Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
De Veracruz a Burgos: he ahí el último viaje (37 obras) de Diego Rivera, tonto útil y compañero de viaje del Partido de Partidos, muralista de una nación que no se atrevía a decir su nombre.
Mi visión de Diego Rivera fue siempre al través de José Luis Cuevas, boxeador, hipocondríaco y descomunal artista:
–Me acerqué al muralista en la puerta del Palacio Nacional con la intención de saludarlo y él me llamó “escuincle cara de ratón”. Yo, ofendido, le di un pisotón.
En otra ocasión soñó con él: no medía más de 20 centímetros… y pintaba unos muralitos en su cuarto.
–Ya muerto Diego, me encontraba en su casa de Altavista en una cena, invitado por su hija Ruth… Estaban Gorostiza, Orozco, el doctor Marín (cuñado de Diego, casado con Lupe Marín) y su esposa... El doctor, ebrio, saca la pistola, y me amenaza con dispararla. Su mujer, igual de borracha, lo anima para que lo haga. Cunde el pánico y todos los invitados escapan… El doctor habla de Rivera como pintor, como hombre público y como hombre del Partido Comunista… El discurso dura cerca de una hora… Mi agresor está a punto de perder el equilibrio, pero entonces la mujer se le acerca y le sostiene la mano armada pidiéndole accione el gatillo. Yo estoy a punto de desvanecerme. Miro hacia la derecha y veo el enorme retrato de Lupe Marín (presente en Burgos) con sus manos enormes… Pienso que esa noche es la de mi muerte y que ésta llegará en la casa de Diego Rivera, a quien tanto he atacado… El doctor se aproxima y veo que cierra los ojos. La borrachera ya no le permite sostenerse en pie y cae sobre el sofá entre Gorostiza y yo. Una bala se escapa, destruyendo un ángel colonial. La esposa del doctor se abraza a su marido y se queda dormida sobre él… Gorostiza me comenta que al doctor Marín se le había metido el diablo. “No se le metió el diablo, le digo. Al doctor Marín se le metió el espíritu de Diego Rivera”.
Abc Cultural
De Veracruz a Burgos: he ahí el último viaje (37 obras) de Diego Rivera, tonto útil y compañero de viaje del Partido de Partidos, muralista de una nación que no se atrevía a decir su nombre.
Mi visión de Diego Rivera fue siempre al través de José Luis Cuevas, boxeador, hipocondríaco y descomunal artista:
–Me acerqué al muralista en la puerta del Palacio Nacional con la intención de saludarlo y él me llamó “escuincle cara de ratón”. Yo, ofendido, le di un pisotón.
En otra ocasión soñó con él: no medía más de 20 centímetros… y pintaba unos muralitos en su cuarto.
–Ya muerto Diego, me encontraba en su casa de Altavista en una cena, invitado por su hija Ruth… Estaban Gorostiza, Orozco, el doctor Marín (cuñado de Diego, casado con Lupe Marín) y su esposa... El doctor, ebrio, saca la pistola, y me amenaza con dispararla. Su mujer, igual de borracha, lo anima para que lo haga. Cunde el pánico y todos los invitados escapan… El doctor habla de Rivera como pintor, como hombre público y como hombre del Partido Comunista… El discurso dura cerca de una hora… Mi agresor está a punto de perder el equilibrio, pero entonces la mujer se le acerca y le sostiene la mano armada pidiéndole accione el gatillo. Yo estoy a punto de desvanecerme. Miro hacia la derecha y veo el enorme retrato de Lupe Marín (presente en Burgos) con sus manos enormes… Pienso que esa noche es la de mi muerte y que ésta llegará en la casa de Diego Rivera, a quien tanto he atacado… El doctor se aproxima y veo que cierra los ojos. La borrachera ya no le permite sostenerse en pie y cae sobre el sofá entre Gorostiza y yo. Una bala se escapa, destruyendo un ángel colonial. La esposa del doctor se abraza a su marido y se queda dormida sobre él… Gorostiza me comenta que al doctor Marín se le había metido el diablo. “No se le metió el diablo, le digo. Al doctor Marín se le metió el espíritu de Diego Rivera”.