domingo, 25 de mayo de 2025

Salvador



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


El flautista Salvador es la representación en la tierra de El Quinto Evangelista, ése que, al decir de Raúl del Pozo, todos los días se quiere suicidar, pero poco. ¿Poco? Sí. En lugar de irse al Viaducto directamente –anunciarse en Las Ventas con seis victorinos cinqueños e íntegros–, se sube a un banco de la Plaza de Oriente y... salta. ¿Cuánto levanta del suelo el banco de la Plaza de Oriente en que se sentaba Bergamín a oír la música callada del toreo? La música callada del toreo que oía Bergamín en la Plaza de Oriente eran los coscorrones que se pega El Quinto Evangelista por hacer de Don Tancredo López.


Aquí tenemos a Tancredo López, albañil, parado, que empieza por quedarse quieto, por no hacer nada; por no hacer nada ante la vida, y, por consiguiente, ante la muerte; pero por no hacer nada en absoluto, por no hacer absolutamente nada: ni moverse siquiera.


Este no hacer nada que define el toreo tomasero enloquece a nuestros políticos, que en Madrid, donde gobiernan los liberales, ya le han preparado a El Quinto Evangelista dos galas a pagar con pólvora del Rey, aunque El Quinto Evangelista, no se sabe si por republicanismo o mala educación, no le brinde toros al Rey. Para ese par de galas que seguramente ya tengan presidencia se está cociendo un rabo en Madrid, cuyo estofado viene preparando un aparato de propaganda como no se veía desde el referéndum de la Otan. En Jerez, el puntazo de un cuvillejo en el cuello del matador hizo exclamar al flautista, que es catalán:


Es una prueba de que Dios existe.


El Quinto Evangelista quiere suicidarse, pero Dios lo evita permitiendo al animal cornear el cuello y no la barriga del torero, que es donde las heridas son mortales, como bien sabían el Azaña de Casas Viejas y el John Wayne de “Eldorado”. El Quinto Evangelista puede, en fin, seguir cobrando, prueba de que Dios existe para el flautista, pero prueba, para el aficionado, de que no va en serio tanto suicidio. ¿Para qué quiere los millones un tío que se quiere inmolar? Y si se quiere inmolar, ¿por qué no sale a la plaza cantando como los de “Quo vadis?” y ante un toro de verdad?


Qué buen debate sobre la existencia de Dios, a imitación de los de lord Russell y el padre Copleston en la BBC, podría plantear nuestra TV entre el académico ateo Cebrián y el flautista creacionista Salvador, ahora que la sobrina de Rouco quiere “desnudar la hipocresía” de su tío posando corita en “Interviú”.