miércoles, 18 de septiembre de 2024

Arenillas

Pedro Reyes, actor



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Cada día tiene su afán, y cada españolada, su Arenillas*, ese arquetipo. Arenillas suena a Azcona y a Berlanga juntos. También a “La Oficina Siniestra” y “La Burocracia Tenebrosa” de Pablo San José García. No podía ser más simpático: se da un aire, de cara, a Pedro Reyes, el cómico que regenta el bar en “Makinavaja”, y cena con vinos que harían que a Alceo, a Anacreonte y a Horacio les bailaran los ojos como bolitas de alcanfor, pero que están –los vinos, no los poetas– fuera del alcance de los bolsillos poco progresistas. Al importe de una cena de Arenillas un ciudadano corriente no llegaría ni sumándole la fecha a la factura, ese recurso de los chistes de judíos. Cifras cósmicas para el vulgo.


El vino es un problema cósmico –se le oyó decir una vez a Ortega, a la vista, se supone, del precio de una botella de “Romanée Conti”.


A lo que hubiera respondido Villalón:


Toda la ciencia andaluza es la de valorar la vida en su lugar, o sea, después del vino y de la gracia de un lance de capa. El vino puede matar al bebedor, el toro puede matar al torero. Conformes. Pero hay un problema previo: ¿qué vale más, la copa, la vida, el pase por alto? ¿Qué vale más?


Para saber qué vale más debe de estar en España la Comisión Nacional del Mercado de Valores, con su Arenillas, que no sé yo que sea andaluz, ni siquiera taurino, pero que lleva una estocada a la española en todo lo alto: esa factura en vino digna de Gargantúa (el de las grandes voces al salir del vientre de su madre: “¡a beber! ¡a beber!”) en un país donde las madres todavía dan limosna a condición de que el menesteroso no se lo gaste en vino.


Con esto queremos decir que, siendo un cualquiera que ha llegado a personaje, Arenillas no es un personaje cualquiera. Pemán tiene un artículo delicioso en torno a la expresión madrileña “cenar por ahí”, que es la forma de hacer que los hombres terminen hablando con los hombres de los “dossier” de otros hombres y las mujeres con las mujeres de las notas de los niños, que siempre son malas. En una de estas cenas, a la mujer de Arenillas, que es ministra, debió de ocurrírsele que, para acabar con las notas malas de los niños, lo mejor sería suprimir las notas. Interrumpe el “maître”: “¿No ha visto usted que el “Romanée Conti” tiene en la carta, al lado, una crucecita con lápiz?” “¿Falleció?” “Se ha acabado.” 

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*Carlos Arenillas