domingo, 18 de febrero de 2024

La cuestión agraria en el franquismo


Trajano


Martín-Miguel Rubio Esteban


El Estado franquista, teñido siempre, desde el punto de vista puramente técnico, más de ramirismo que de joseantonianismo, supo entender la problemática del campo en España como nunca antes se hizo ni se ha hecho después. La IIª República sólo se ocupó del campo con la Ley de Términos Municipales, que prohibía a los propietarios la contratación de jornaleros de otros pueblos si antes no estaban trabajando todos los jornaleros del pueblo del propietario. La intención de la ley era garantizar la contratación de los trabajadores afiliados a sindicatos de izquierda, por si los “señoritos” no les dieran trabajo por sus inclinaciones políticas. Como si todo pequeño, mediano o gran propietario pensase más en tener jornaleros conservadores que tener jornaleros verdaderamente trabajadores y eficientes. Quienes verdaderamente buscan rentabilidad y provecho (“utilitatem”) les importa un bledo el credo político de sus trabajadores. Piensa el ladrón que todos son de su condición. Esta ley maltrató aún más al campo de lo que ya estaba, encomendándose faenas como la siega, típica labor de portugueses y gallegos, a quienes por primera vez iban a segar, etc.


     El franquismo político, desde el punto de vista agrario, produjo la mayor revolución del campo que ha existido en España. Esta Revolución, doctrinalmente hablando, se fundamentó en los concernientes puntos sobre agricultura de los famosos 27 puntos de FE de las JONS. Cada uno de esos puntos agrarios, esto es, todos, tuvo su respectiva ley agraria que los desarrolló.


    El 30 de Noviembre de 1934 el ABC publica el Programa Político de Falange Española de las J.O.N.S. Dicho programa se organiza en 27 puntos, a partir de una primera redacción efectuada por Ramiro Ledesma Ramos, sobre la que hicieron algunas correcciones capilares, más de estilo que de fondo, José Antonio Primo de Rivera, Rafael Sánchez Mazas, Julio Ruiz de Alda, y Onésimo Redondo. ¿Por qué un programa político de 27 puntos? ¿Por qué Ramiro eligió el número 27? ¿Qué significado político tenía el número 27 en el intelecto egregio de Ramiro? Un significado imperial: el programa político del emperador español Trajano, de la gens Ulpia. El programa político de Trajano ha quedado establecido en el Arco de Benevento, dedicado con la aprobación del Senado en el año 114. El Arco de Benevento se levantó en el último tramo de la “Via Appia”. Está cubierto con 27 relieves alusivos, no a las guerras, como sucede en la Columna Trajana o en el Trapaeum de Adamklisi, sino al programa político que Trajano pensaba realizar en Italia y en las provincias, como sugiere acertadamente M. Huber; de ahí su importancia excepcional para conocer este programa político al ser muy escasas las fuentes con las que cuenta el historiador para los años de gobierno de Trajano. En estos 27 relieves vemos cómo Trajano garantiza la seguridad del Estado, legisla a favor de la familia, crea las grandes infraestructuras portuarias, tanto marítimas como fluviales, del Imperio Romano para el desarrollo del comercio, desarrolla con reformas agrarias el sector de la agricultura, extiende el regadío, distribuye grandes cantidades de pan y aceite entre la plebe romana, protege la infancia con hospicios públicos, establece la paz civil, reforma y engrandece el puerto de Ostia, pues que Roma vivía de los variados, raros y exóticos productos que recibía de las provincias, a las que sólo exportaba obras de arte como sarcófagos, y potencia la religión construyendo innumerables templos, sabedor de que ésta integra a los ciudadanos y articula la sociedad sobre un fondo espiritual propio de lo humano. Prohibió la condena por contumacia y las denuncias anónimas, redujo al mínimo la cárcel preventiva, permitió que los hijos se emancipasen si sus padres los maltrataban. Fue rígido en la administración del dinero de los municipios, de suerte que no se abusase con impuestos sobre los ciudadanos, y obligó a los magistrados a cumplir las promesas. La mayor parte de los relieves del Arco de Benevento tiene que ver con las obras públicas. Efectivamente, Trajano es el emperador romano que más esfuerzo público invirtió en grandes obras de gran utilidad y belleza, casi siempre desarrolladas a partir de la teoría arquitectónica de Apolodoro de Damasco, con algunas singularidades de Cayo Julio Lácer. Construyó los más grandes acueductos del Imperio, como el de Segovia, que tiene una longitud de 728 metros, y una altura, en el centro, de 30 metros, y que trae el agua de la sierra de Fuentefría. Unió las dos orillas del Tajo con el puente de Alcántara, el mayor puente construido por los romanos. Terminó en Roma la construcción del templo de “Venus Genetrix” empezado por César, del que se conservan unos bellísimos erotes y cráteras con escudos. Ordenó a su amigo L. Licinio Sura la construcción de termas en el Aventino. Levantó el Odeón, el gran teatro romano destinado a los conciertos de música. Construyó en el Quirinal el mayor centro comercial del Mundo Romano, especie de Galerías de la época de tres pisos, que aún hoy nos conmueven sus corredores subterráneos de calestruzzo y travertino, y que para nuestro gran Pepín Fernández hubiera sido su paraíso en la tierra de haber invertido su inteligencia y bondad en la antigua Roma, y no en España. Este Centro Comercial se convirtió en el vínculo más importante dedicado a la venta de productos de todo género venidos de todas las partes del Imperio. Levantó la enorme Basílica Ulpia en la que instaló dos bibliotecas, una para almacenar libros escritos en lengua griega y otra para los que estaban en latín. Entre las dos bibliotecas se levantaba la Columna Trajana. Plinio nos explica que tanto el afán social de Trajano (sobre la infancia, distribución masiva de distintos tipos de “congiaria” entre la plebe, etc.) como el afán constructivo en todas las provincias del Imperio (conducción del agua desde Jabel Hauran, Siria, hasta Canatha, en Arabia, para poner el territorio en regadío, y convertir en fértiles campos agrícolas 200.000 km. cuadrados, etc.) tenían como único fin el acrecentamiento de la gloria de Roma, y con ello el aumento del patriotismo como justificado amor a una patria que también era madre y extendía el bienestar a todos sus habitantes. La impresionante biblioteca de Éfeso, costeada por Celso, al igual que las dos próximas a la Columna Trajana, así como los odeones levantados en distintos puntos del Imperio, prueban bien claramente el interés por la Alta Cultura desarrollado por Trajano. Sensibilidad social y cultural, religiosa y artística, agrícola e ingeniera, convencimiento de que el fomento del comercio es la base de la riqueza y al que el estado le debe proporcionar las mejores infraestructuras (12 pantanos, 15 acueductos, innumerables puentes, puertos, fuentes, vías de comunicación), e inmenso amor a una patria justa con sus ciudadanos son los puntos principales del programa político de Trajano expuesto en los 27 relieves del gran Arco de Benevento. Veamos ahora qué dicen sobre agricultura y ganadería algunos puntos de los 27 puntos del programa político de Falange Española de las JONS publicado por primera vez en ABC el 30 de Noviembre de 1934:


Punto 17: Hay que elevar a todo trance el nivel de la vida del campo, vivero permanente de España. Para ello adquirimos el compromiso de llevar a cabo sin contemplaciones la reforma económica y la reforma social de la agricultura. Para llevar a cabo este punto tanto Franco como Cavestany emprendieron la labor gigantesca de la modernización de la agricultura. “La reforma agraria más importante en nuestros campos es la modernización” (Franco). La política de oportunidades se centró sobre todo en los hijos de labradores, a los que se les concedía becas-salario si estudiaban y se les abría a ellos de forma prioritaria las universidades laborales.


Punto 18: Enriqueceremos la producción agrícola (reforma económica) por los medios siguientes:


Asegurando a todos los productos de la tierra un precio mínimo remunerador. El gobierno puso precio a la leche, el pan, la carne, los huevos, el aceite; etc., y para que nunca más volviera a haber hambre en España multiplicó por siete la producción de leche, por once la de huevos, etc.


Exigiendo que se devuelva al campo, para dotarlo suficientemente, gran parte de lo que hoy absorbe la ciudad en pago de sus servicios intelectuales y comerciales. (Son palabras casi literales de Ortega)


Organizando un verdadero Crédito Agrícola Nacional, que al prestar dinero al labrador a bajo interés con la garantía de sus bienes y de sus cosechas le redima de la usura y del caciquismo. Para este objetivo Cavestany creó la Dirección General de Coordinación, Crédito y Capacitación (1953), relacionada, entre otras cosas, con la compra de abonos, semillas y maquinarias.


Difundiendo la enseñanza agrícola y pecuaria. Al servicio de este propósito se creó en 1955 el muy famoso Servicio de Extensión Agrícola (SEA), que impartía a los agricultores una enseñanza de habilidades agrícolas generales, hasta la de saber conducir y usar con corrección un tractor. El Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA) formaba a los primeros ingenieros agrícolas de la SEA.


Ordenando la dedicación de las tierras por razón de sus condiciones y de la posible colocación de los productos. Para este propósito se promulgó la Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables (1953).


Orientando la política arancelaria en sentido protector de la agricultura y la ganadería. España tenía un “envidiable” acuerdo con el Mercado Común.


Acelerando las obras públicas. Durante el régimen de Franco en España, se construyeron un total de 144 pantanos. Estas construcciones hidráulicas tuvieron un impacto significativo en el desarrollo de la agricultura y la industria (producción de energía eléctrica). Los pantanos fueron parte de un proyecto de modernización y desarrollo económico impulsado por el gobierno franquista, con el objetivo de controlar los recursos hídricos y fomentar la expansión de la agricultura a través de la irrigación.


Racionalizando las unidades de cultivo, para suprimir tanto los latifundios desperdiciados (Instituto Nacional de Colonización, 1939) como los minifundios antieconómicos por su exiguo rendimiento (Leyes de Concentración Parcelaria de 1952 y 1955 ).


Punto 19: Organizaremos socialmente la agricultura, por los medios siguientes:


Distribuyendo de nuevo la tierra cultivable para instituir la propiedad familiar y estimular enérgicamente la sindicación de los labradores. Franco creó más de 300 poblaciones de pequeños agricultores a través del Instituto Nacional de Colonización. En estas poblaciones se asentaron setenta mil familias de propietarios de fincas concedidas por el Estado con una superficie media de 9 hectáreas. Respecto a la sindicación de los labradores, tenemos la Ley de Cooperación de 1942, y la Ley General de Cooperativas de 1974, que tuvieron especial éxito en algunas producciones, como las del vino, el aceite, la leche y la harina, y con las que se subió grandemente la renta de los pequeños propietarios.


Redimiendo de la miseria en que viven a las masas humanas que hoy se extenúan en arañar suelos estériles, y que serán trasladadas a las nuevas tierras cultivables. Otra vez el franquismo, a través del falangista Rafael Cavestany, ingeniero agrónomo, diplomático y agricultor, realizó en gran medida este desiderátum jonsista con varias leyes y reglamentos.


Punto 20: Emprenderemos una campaña infatigable de repoblación ganadera y forestal, sancionando con severas medidas a quienes la entorpezcan e incluso acudiendo a la forzosa movilización temporal de toda la juventud española para esta histórica tarea de reconstruir la riqueza patria. El franquismo respondió inmediatamente a este punto con el Plan General de Repoblación Forestal de España (1939), cuyo alma fue Joaquín Ximénez de Embún Oñalde. Este egregio ingeniero forestal se convirtió entonces en el precursor del desarrollo sostenible. Fue el encargado de gestionar el patrimonio de bosques y de velar por el aprovechamiento de las talas según criterios que garantizaran su regeneración. Ningún régimen anterior ni posterior ha generado los miles de kilómetros cuadrados de bosque que consiguió el franquismo.


Punto 21: El Estado podrá expropiar sin indemnización las tierras cuya propiedad haya sido adquirida o disfrutada ilegítimamente. Este objetivo, intervenir sobre la propiedad de la tierra, Franco lo realizó tomando como modelo la Bonifiche Agrarie de Mussolini, que aportaba un marco por el que los propietarios podían ceder tierras al régimen a cambio de la transformación en regadío de sus terrenos.


“Muchos terrenos en España no rinden lo que el país exige”, comienza la voz en off que narra el documental España se prepara, producido en 1949 por el Ministerio de Agricultura franquista y dirigido por Francisco González de la Riva y Vidiella, principal documentalista del ministerio. De fondo, la música compuesta por Jesús García Leoz, que durante la guerra civil estuvo seis meses preso por los franquistas, y en cuya obra como compositor está la banda sonora de Bienvenido Mister Marshall. La pieza audiovisual propagandística, de 14 minutos, muestra algunas colonias creadas hasta el momento.


Bernuy, cuyas calles aparecen en el vídeo propagandístico, fue una de las pocas colonias que echaron a andar en esos primeros años. Su primera fase de construcción, como colonia de secano, fue inaugurada en 1942 y trajo a la zona a 171 colonos. Ocho años después, según aparece publicado en la edición del ABC del 15 de octubre de 1950, se habían convertido 100 hectáreas de las 250 planeadas en regadío, instalándose 29 nuevas familias.


Punto 22: Será designio preferente del Estado nacional sindicalista la reconstrucción de los patrimonios comunales de los pueblos. Los bienes comunales de los pueblos fueron gestionados durante el franquismo por las Cámaras Agrarias, entes semipúblicos que llegaron a tener un gran poder económico hasta la llegada de los Ayuntamientos “democráticos”.


     Desde luego, de todos los discursos campesinistas que se han dado en nuestra Historia Política, el de FE y de las JONS ha sido con diferencia el más hermoso y revolucionario. Nunca se vio el agro español con tanto amor e inteligencia como lo vio la Falange de la República, de la Guerra y de los primeros años del franquismo. Si tuviéramos que poner el nombre de un jonsista entregado en cuerpo y alma al bienestar de los hombres del campo, y contra los terratenientes, ése fue Nemesio García Pérez, falangista leonés, asesinado por las checas de Madrid en el otoño sangriento de 1936.


    El viejo sueño falangista de unir las siete grandes cuencas fluviales estuvo a punto de cumplirse a través del Plan Hidrológico Nacional del gobierno Aznar, pero el siguiente gobierno, Zapatero, lo deshizo. No sabemos aún por qué. Los agricultores españoles hoy tienen grandes retos: la electrificación de todo el campo cultivable, creación de polígonos agrícolas en todos los pueblos de España, guardería rural a caballo para proteger los campos de la constante rapacidad de inmigrantes delincuentes, adquisición de derechos frente a los grandes oligopolios de algunos alimentos como el vino y el aceite, el alivio de las tierras sitibundas, que sufren una sequía con la que las condena para siempre la Agenda 20 30, etc.


    Hesíodo, ya en su inmortal poema, Los Trabajos y los Días, en donde se encuentra quizás el mayor elogio moral escrito del trabajo en los campos nos recuerda que es precisamente aquí, colaborando con la Naturaleza, en donde el hombre aprendió el sentido de la Justicia humana como corolario a las duras actividades agrícolas. El hombre que trabaja de acuerdo a lo que demanda el ciclo de las estaciones —que originaron el contento primaveral y la tristeza otoñal de Deméter—, y de acuerdo a las fases del efímero día, estableciendo acuerdos justos con sus vecinos, es un hombre sabio, “culto” en sentido estricto y, además de proveer alimentos para los demás hombres, introduce en la sociedad el sentido común que señala la Naturaleza y los principios morales que exige el trabajo en el campo: el cumplimiento del deber, la tenacidad y perseverancia, la solidaridad, el espíritu de sacrificio, el orden interior y saber relativizar lo grande y lo pequeño, y un espíritu religioso alegre que se expresa en las fiestas más populares, en donde los sanos y sencillos placeres de la vida se convierten en premio de su titánico esfuerzo. Su patrono San Isidro representa la renovación del gran Triptolemo, tantas veces cantado por Rubén Darío. Y sin duda los llena de fuerza y razón en su combate vital contra el experimento social de la siniestra Agenda 20 30. El éxito de sus demandas será también un triunfo nacional.


Leer en La Gaceta de la Iberosfera