Bonifacio
Pepe Campos
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo, 2 de julio de 2023. Primera corrida de toros de la programación de verano. Menos de un cuarto de entrada. Tarde calurosa. Confirmó la alternativa el diestro Ruiz Muñoz de Puerto Real (Cádiz).
Toros de cinco ganaderías. De distintas maneras todos los toros de procedencia Domecq. Corrida mal presentada. Muy desigual de trapío. Un verdadero lío descriptivo. Flojos, descastados y manejables. El quinto de Martín Lorca dio juego. Primero, muy soso, y tercero, sin trapío, de Vellosino. Segundo, sin celo, y sexto, protestón, de Lagunajanda. El cuarto, sobrero, de Las Ramblas, remiso. Menos el tercero, todos cinqueños. La suerte de varas, un trámite.
Terna: José Garrido, de Badajoz, azul oscuro y oro con cabos blancos, palmas y silencio. Álvaro Lorenzo, de Toledo, azul Francia y oro con cabos blancos, silencio y vuelta al ruedo; Ruiz Muñoz, verde aguamarina claro y oro, silencio y silencio.
La afición de Madrid —la que todavía acude a los festejos— anda mosca, sospecha. ¿Qué es lo que sospecha? Pues que los «taurinos» de hoy, que mal gestionan la fiesta de los toros, quieren cargarse los veranos de Las Ventas. Ni más, ni menos. Ya llevan en ello varios años y puede que lo consigan. Si este vaticinio ocurriese la renovación de la fiesta entraría en verdadero peligro. Las corridas de los veranos de Las Ventas han sido el trampolín de lanzamiento y la recuperación de muchos toreros a lo largo de los años, de lustros, de décadas. Algunos aficionados vivos puede que todavía recuerden lo que significó en la carrera de Antoñete el toro «Florido» de la ganadería Félix Cameno, un 8 de agosto de 1965. Es cierto que aquellos tiempos parecen muy lejanos, pero muchos de los aficionados que no perdemos un festejo de Las Ventas, recordamos lo que significó «una corrida de verano en Madrid» para José Luis Palomar o Paco Ojeda, o en años más cercanos para Paco Ureña o Juan Ortega. No es cuestión de tirar de estadísticas.
En los medios taurinos se sabe que el verano madrileño ha sido de capital importancia, e incluso el verdadero momento de disfrute para el abonado de Madrid. Eso lo entendió a la perfección Manuel Chopera, con aquellos carteles en pleno mes de julio, con Antoñete, Manzanares, Capea, Robles, Curro Romero, Curro Vázquez, Manolo Vázquez, Rafael de Paula, Pepín Jiménez, Pepe Luis Vázquez, Manolo Cortés, El Inclusero, Antonio Sánchez Puerto, Frascuelo…Por cierto, muchos de ellos toreros de Madrid y algunos «figuras». Manuel Chopera también cuidó —en julio y en agosto, y fuera de las ferias— para las corridas de los domingos la elección de ganaderías de corte torista, como Jesús Trilla, Marqués de Albaserrada o Hernández Plá, etc., como gustaba y gusta en Madrid, y para esas citas eligió toreros que podían con esos toros, como Raúl Sánchez, por ejemplo. Decíamos que no se debe abrumar con datos sobre el ayer. A pesar de ello es conveniente recordarlo. Es muy difícil crear afición a los toros y que exista un nivel de conocimientos y de criterio en el territorio taurómaco como se posee en Madrid. Y parece que a los gestores del mundo de los toros de hoy todo esto les da igual o bien no están preparados para mantener —ni siquiera decimos, elevar— la fiesta.
Hay que tener muy poco conocimiento de cómo piensa el aficionado a los toros de Madrid para componer un cartel como el de ayer tarde. La contratación del ganado fue paupérrima. A la vista estuvo. La sempiterna procedencia Domecq. A su vez, la configuración del cartel de los espadas no correspondía con el «gusto de Madrid». Que me perdonen los toreros, pero todos sabemos que los diestros que ayer figuraban en el cartel no decían nada al aficionado madrileño (y parece que tampoco al ocasional). Para ser claros, en Madrid gustan los toreros que intentan guiarse a partir de las reglas clásicas, de parar, templar, mandar, y cargar la suerte. El neo-toreo no gusta. Entonces, ¿por qué empeñarse en toreros a contra estilo del aficionado venteño? Y ¿por qué traer ganaderías descastadas, sin raza, con toros sin acometividad? ¿No hay más cera que la que arde? No lo creemos. El aficionado sospecha y está en su derecho de protestar. Porque el futuro con estos «taurinos», empresarios de Madrid, se perfila crudo. Mucho cartel de Sevilla durante San Isidro 2023. Nula respuesta de las figuras. ¿Cuántos triunfos ha habido de los de arriba del escalafón? Y una política de severo cierre a toda novedad, por la pobre apuesta en los carteles, oposición a toda renovación esperanzadora y a cualquier recuperación de toreros que entienden los cánones del torear. Sin presencia de ganaderías encastadas. Pareciera que la apuesta fuera por «tocar fondo». El hundimiento. Y que desaparezca el verano de Madrid. En esto, la Empresa, Matricula de Honor.
De la corrida de ayer domingo, comentar que el juego del ganado fue decepcionante y se veía venir, y que la labor de los toreros se desarrolló dentro de lo previsible. Lo mejor de la tarde habría que anotárselo a José Garrido en su primer toro, el segundo del encierro. Debido a tanta añoranza que nos tenía sobrecogidos, quisimos ver en el toreo de Garrido un cierto parecido o aire a la tauromaquia de José Luis Galloso desplegada en Las Ventas en los años ochenta del siglo pasado. Toreó a un toro sin acometida, sin fijeza, abriendo el compás, con cierto temple y largura. En esto nos recordó a Galloso. También toreó algo despegado. En series cortas, casi todas con la derecha, en las que destacó un cambio de mano. La faena fue a menos. Mató en la suerte contraria de estocada caída. Se le valoró el esfuerzo. En el cuarto, de Las Ramblas, un toro descastado, manso, que cabeceaba y que era muy abierto de pitones, no le pudo meter en la muleta al torear en una distancia muy corta y como consecuencia salirle mucho enganchón muleteril. Mató en la suerte natural, de media estocada baja, tendida y un descabello.
A Álvaro Lorenzo, le correspondió el peor toro, el tercero, muy destartalado, estrecho de sienes, alto, sin trapío. No se le picó. Fue un toro muy protestado a lo largo de toda la lidia. Lorenzo quiso mostrar un toreo vertical. Todo le salió insulso debido a las condiciones paupérrimas del astado. Tuvo que abreviar con la muleta. Con la espada, tras dos pinchazos, mató en la suerte natural, de estocada tendida. Como compensación le tocó el mejor toro, el quinto, de Martín Lorca, un toro bajo y regordío, que tuvo recorrido. Lorenzo durante la faena fue jaleado por su clá toledana. Toreó fundamentalmente con la derecha, a veces, de perfil, abriendo el compás —abriéndole hueco— para llevar al toro por las afueras, muy despegado. Abusó de los medios muletazos. Apenas lo intentó por el mejor pitón, el izquierdo. Pretendió cerrar la faena con ayudados por alto. Antes de matar le dieron un aviso. La estocada, en la suerte contraria, fue baja. Hubo petición de oreja, pero la colocación de la espada impedía la concesión de la misma. Dio la sensación que Don Eutimio, el presidente, quiso rectificar sus alegrías de San Isidro.
Ruiz Muñoz, confirmó la alternativa. En ese toro no brindó a nadie. Toreó muy despegado, con precauciones, hacia las afueras. Por las comentadas añoranzas que poseíamos ayer tarde en un desplante nos recordó a su tío Curro Romero. Algún apunte de «sentimiento» en algún atisbo de muletazo y en un pase del desprecio. La faena aseada y precavida se deslizó sobre un toreo de «derechas». Mató tras un pinchazo, en la suerte natural de estocada baja. En el toro que dio fin al festejo sólo utilizó la mano diestra, sin mandar en el toro, al pairo del cabeceo que mostraba el manejable y protestón animal de Lagunajanda. Mató tras dos pinchazos, de estocada caída en la suerte contraria.
En las lidias destacó José Chacón, por su templado capote y sabiduría. En banderillas, en el segundo toro, por su tendencia a barbear, sobresalió un par al sesgo ejecutado por Vicente Herrera que nos recordó a otro par de Juan Navazo, en la misma suerte, durante la pasada feria de San Isidro.