sábado, 28 de marzo de 2015

Liebres



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El becario Errejón va unas veces de poeta con boca de piñón, y otras, de Saint-Just comprado en los chinos. Con lo primero consigue que no le deje la novia (creo que es el único del Comité Revolucionario), y con lo segundo, un prestigio como maletero de Pablemos, que se cree Robespierre en la Casa de los Minutejos.
Las palabras son colinas –cogita Errejón–. Izquierda y derecha son metáforas. Y nosotros somos el sentido común en una identidad transversal y popular, frente a la oligarquía.
Eso del sentido común es de Tom Paine, pero a Errejón le suena a Gramsci, al que confunde con Fernández de la Mora.
Y la oligarquía debe de ser la que hace que en España por el monte corran las sardinas, y por el mar, las liebres.

En las carreras de fondo el atletismo usa de liebres que marcan el ritmo a los galgos. Ciudadanos y Podemos son las liebres que la oligarquía puso a peperos y sociatas. Venían a meter mano a la oligarquía y lo que harán es meterse con ella en la cama. ¿Dónde está la sorpresa?
En Madrid ya sabemos que la herencia de Ana Botella y Tono Martínez son las bicis y Carmona, el Tostado, que tiene más peligro que la teja de Ben-Hur.
Aguirre no apunta a triunfadora: contra la corrupción, un día propone cosas de la “Teoría pura de la República” de Trevijano, y al otro, una oficina de vigilantes jurados sobre los políticos con manejo de fondos, o sea, el Ayuntamiento como cafetería de cuñados, donde los cuñados ponen las porras, las cuñadas las cobran y así no se extravían los tiques.

También Ónega (“el ahorro hizo que sólo una persona se quedara en la cabina”) propone una especie de sucursal de La Oficina Siniestra de Pablo San José en la cabina de cada avión con piloto loco.

Ninguno ha leído a Tom Paine, pero, de Errejón a Ónega, pasando por Aguirre, todos tienen la disculpa del sentido común.

A John Dewey, tan caro a la socialdemocracia rampante, Hannah Arendt lo veía instalado en “la torre de marfil del sentido común”.