El momento culminante llegó a las siete menos cuarto de la tarde. El párroco de Oña, Cecilio Adrián Haro, se acercó a la urna de plata que contiene los restos de San Iñigo y que fue situada junto al altar y preguntó al prelado de honor si tenía las letras apostólicas. Éste contestó que sí y dio lectura al permiso del arzobispo para la apertura de la arqueta-relicario. Fue entonces cuando se extrajeron los tornillos y se levantó la tapa. La finalidad del acto era sacar una reliquia, es decir un resto óseo de San Iñigo, a petición de Leyre, porque fue en este cenobio donde el santo pasó tres días en su camino desde Aragón hacia Oña.