Elena Cortes, J. Manuel Mariscal y en medio Ana Doblas
El comunismo cordobés en la Junta
Francisco Javier Gómez Izquierdo
A la sombra de Don Julio Anguita, un utópico al que se le han de reprochar los desvaríos ideológicos y la insensibilidad a las pulgas, pero no las ansias de lujo y dineros, se fue formando una cuadrilla de mozas y mocitos que decidió estudiar en asambleas y sin manuales para aprender que el Ayuntamiento les pertenecía. Don Julio se percató tarde de la voracidad de gente tan cerril e improductiva, pero empezó a sospechar cuando en los méritos para ser concejal en el pueblo de Córdoba se adjuntaban vaguedades como “tiene estudios en Psicología” ó “tiene estudios de Historia”.
Poco después, doña Doña Rosa Joaquina Aguilar acogió gozosa en el seno consistorial al maleducado grupito comunista y puso dinero a su disposición para que gestionaran asuntos varios. Los asuntos siguen sin resolverse y de los dineros mejor no hablar. Los cordobeses decidieron librarse en las últimas elecciones de gente tan vaga, tan fiestera y tan iletrada, pero incomprensiblemente el presidente Griñán sintió que la necesitaba para gobernar la Andalucía toda y en San Telmo tomó asiento y poderes el elemento masculino y femenino que en Córdoba tenía lo ajeno por propio, alcanzando celebridad, esta semana, Elena Cortés.
Doña Rosa Joaquina encargó a Elena de la Cultura mientras estudiaba Sociología en la UNED, por lo que fundó una guardería-escuela infantil, más conocida en la ciudad como “ikastola”, a la que acudían los hijos del partido que a los tres y cuatro años suponían un gasto desmesurado a las arcas municipales. Mejor, al bolsillo de los contribuyentes. En aquel tiempo era Consejera de Cajasur -con paga, por supuesto- y firmaba desahucios con la vehemencia propia del cargo.
Desde que Don José Antonio Griñán ha puesto a su disposición el control de la Vivienda andaluza, Elena de Priego no considera oportuno ceder pisos de la Junta a los necesitados. Prefiere tenerlos vacíos mientras discurre una ley para expropiar los de Cajasur, un poner, ahora que ya no vive allí. Hablan los artículos de su ley-criatura de multas y años de expropiación y al parecer ha tenido la generosidad de librar a los particulares que tengan más de dos pisos sin alquilar de su ya imprescindible ley referente de futuro para todas las Españas.
Desde que Don José Antonio Griñán ha puesto a su disposición el control de la Vivienda andaluza, Elena de Priego no considera oportuno ceder pisos de la Junta a los necesitados. Prefiere tenerlos vacíos mientras discurre una ley para expropiar los de Cajasur, un poner, ahora que ya no vive allí. Hablan los artículos de su ley-criatura de multas y años de expropiación y al parecer ha tenido la generosidad de librar a los particulares que tengan más de dos pisos sin alquilar de su ya imprescindible ley referente de futuro para todas las Españas.
No sé en que parará la ocurrencia de la moza. Imagino que en nada, pues al parecer es un disparate jurídico. Lo preocupante es la proliferación de filósofos y “filósofas” que se creen benefactores de la humanidad a fuerza de coces liberticidas.
Mientras pongo estas letras escucho a un locutor decir que alguien dijo que “...lo malo del comunismo viene después”.