Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No viajar Casillas a Zaragoza y declarar Kim Jong la guerra al Occidente, todo uno.
Al no haber prensa en Sábado Santo, no pudimos saber cuántos periodistas amigos tiene Kim Jong.
Sabemos los que tiene Casillas, legión, porque es el portero de la Roja, esa España amiga.
La España amiga que premia la amistad de Casillas y Xavi allí donde Natalio Grueso cultivó la amistad de Woody Allen.
La España amiga tiene una idea de la amistad directamente relacionada con el cocido: somos el país de la recomendación, y todavía me río con la historia de aquel caballero muy principal que en la República pidió una plaza de guardia para el chiquillo de un amigo y, en la confusión, le dieron la plaza a él, que tuvo que mover muchos papeles para no tener que ir a dirigir el tráfico.
En la España amiga el trabajo bendecido por la amistad es para toda la vida.
Al no haber prensa en Sábado Santo, no pudimos saber cuántos periodistas amigos tiene Kim Jong.
Sabemos los que tiene Casillas, legión, porque es el portero de la Roja, esa España amiga.
La España amiga que premia la amistad de Casillas y Xavi allí donde Natalio Grueso cultivó la amistad de Woody Allen.
La España amiga tiene una idea de la amistad directamente relacionada con el cocido: somos el país de la recomendación, y todavía me río con la historia de aquel caballero muy principal que en la República pidió una plaza de guardia para el chiquillo de un amigo y, en la confusión, le dieron la plaza a él, que tuvo que mover muchos papeles para no tener que ir a dirigir el tráfico.
En la España amiga el trabajo bendecido por la amistad es para toda la vida.
¡El puro, piperos!
(No las pipas)
Para los amigos de la prensa, ser portero del Madrid equivale a ser guarda honorario del Retiro, como lo fue Mingote.
Poner en duda esa visión supone ganarse un escrache.
Mourinho trajo al Madrid la cultura anglosajona del profesionalismo, según la cual una licenciatura en ciencias de la información (valga el oxímoron) no alcanza para indicarle al doctor Fuster cómo se le mete mano a un corazón. Esto chocó africanamente (odio africano: de frente, pero por detrás) con la prensa, que resolvió aplicarle al forastero la doctrina Colau.
No diga escrache, diga colau.
El colau es el escrache amigo.
Colau a Mourinho, colau al asistente de Mourinho, colau a la madre de Mourinho y colau al hijo de Mourinho, sin excluir de los colaus a los jugadores contentos con el orden de Mourinho.
Poner en duda esa visión supone ganarse un escrache.
Mourinho trajo al Madrid la cultura anglosajona del profesionalismo, según la cual una licenciatura en ciencias de la información (valga el oxímoron) no alcanza para indicarle al doctor Fuster cómo se le mete mano a un corazón. Esto chocó africanamente (odio africano: de frente, pero por detrás) con la prensa, que resolvió aplicarle al forastero la doctrina Colau.
No diga escrache, diga colau.
El colau es el escrache amigo.
Colau a Mourinho, colau al asistente de Mourinho, colau a la madre de Mourinho y colau al hijo de Mourinho, sin excluir de los colaus a los jugadores contentos con el orden de Mourinho.
Don Santiago currándose el Bernabéu
Ahora, con el fin de “devolver” la plaza de funcionario a Casillas (¡lo que vale una portería en tiempo de crisis!), arrebatada con todas las de la ley por Diego López (el que se fue a Sevilla ganó la silla), el colau deviene en tabarrón, y la cosa parece ya un funeral hindú, con las viudas amenazando con inmolarse con su señor.
Este espectáculo proporciona a la “Marca España” un toque galdosiano (“Miau” y por ahí) que invita a estudiar el periodismo como rama de la antropología.
“La rama verde”, que ya llegó la primavera.
–La primavera del Madrid ha sido la Copa de Europa. Instintivamente, asocio esta estación del año con las Copas de Europa, no puedo evitarlo. De todas formas, hay primaveras que no llegan y otras de las que mejor es olvidarse.
Eso decía don Santiago Bernabéu, en quien los colaus de Supergarcía producían la misma socarronería que en Mourinho los colaus de los garcías.
El Madrid sin Europa carece de sentido, y cuando Mourinho llegó a Madrid el Real de los nueve copones no era cabeza de serie en Europa.
Sin delanteros a quienes cantar (Cristiano no cuenta), todo apunta a la Décima de Diego López, pues de la Décima quedaría el partido de Diego López contra el United en Manchester frente al partido de Casillas contra al City en el Bernabéu, la noche que desapareció la Virgen de Navalacruz.
Este espectáculo proporciona a la “Marca España” un toque galdosiano (“Miau” y por ahí) que invita a estudiar el periodismo como rama de la antropología.
“La rama verde”, que ya llegó la primavera.
–La primavera del Madrid ha sido la Copa de Europa. Instintivamente, asocio esta estación del año con las Copas de Europa, no puedo evitarlo. De todas formas, hay primaveras que no llegan y otras de las que mejor es olvidarse.
Eso decía don Santiago Bernabéu, en quien los colaus de Supergarcía producían la misma socarronería que en Mourinho los colaus de los garcías.
El Madrid sin Europa carece de sentido, y cuando Mourinho llegó a Madrid el Real de los nueve copones no era cabeza de serie en Europa.
Sin delanteros a quienes cantar (Cristiano no cuenta), todo apunta a la Décima de Diego López, pues de la Décima quedaría el partido de Diego López contra el United en Manchester frente al partido de Casillas contra al City en el Bernabéu, la noche que desapareció la Virgen de Navalacruz.
Casillas soñando con el Bernabéu
PRECIOS DEL MADRIDISMO
Madridismo es pasar por taquilla para ver al Madrid. Los futbolistas no han de ser madridistas, sino profesionales. Madridismo sería jugar por amor al arte, es decir, de balde. “Yo es que a este club le quiero tanto que le regalo mis domingos.” En los tiempos modernos, lo más parecido a ese madridismo en el Madrid ha sido lo de Zidane, Granero y Altintop, que renunciaron a sus buenos euros por jugar en el Bernabéu. Kaká, por ejemplo, no es madridista, y viéndolo correr en Zaragoza podríamos decir que tampoco es futbolista.
Madridismo es pasar por taquilla para ver al Madrid. Los futbolistas no han de ser madridistas, sino profesionales. Madridismo sería jugar por amor al arte, es decir, de balde. “Yo es que a este club le quiero tanto que le regalo mis domingos.” En los tiempos modernos, lo más parecido a ese madridismo en el Madrid ha sido lo de Zidane, Granero y Altintop, que renunciaron a sus buenos euros por jugar en el Bernabéu. Kaká, por ejemplo, no es madridista, y viéndolo correr en Zaragoza podríamos decir que tampoco es futbolista.
Puños de Zamora