Encendido de la Feria
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En Sevilla se llama “ensendío” al acto de encender las luces de la Feria.
En la medianoche, alguien le da a un interruptor, y se hace de día en el Real.
Visto desde fuera, semejante alegría puede parecer una tontería, pero no lo es en una comunidad a punto de cumplir cuarenta años de socialismo, casi los que Cuba, donde el tiempo y los grandes amores (cuántas luces dejaste encendidas, yo no sé cómo voy a apagarlas) se cuentan por apagones.
En Sevilla el encendido coincidió con los primeros rumores de las bombas de Boston, la ciudad que ha pasado de leer a Emerson a correr la maratón, y en mi caseta de acogida, en la calle de Pepe Luis Vázquez, mientras los gitanos preparaban su caja de ritmos, señoras de ésas que dan rabia de guapas preguntaban por Obama.
–Gonzaló Miró y Obama, atónitos –tuiteó, genial, Hughes.
Obama, en efecto, habló para decir que sólo sabía que no sabía nada, y esa declaración huera, chirle y hebén le valió entre los tuiteros la reputación de Sócrates de la democracia (cielos, sí, la democracia mató a Sócrates, pero tampoco se trata de eso, ahora), lo cual recordaba mucho al Zapatero de la T-4 y al k.o. que producía el “crochet” de Tyson al mentón.
Fue un momento muy Cocteau asistir en una caseta de Feria a la alocución de Obama, mitad Zapatero, que sólo sabía que no sabía nada, mitad Ibáñez Freire, el ministro del Interior que prometió buscar a los etarras en el centro de la tierra, que ya sabemos dónde están los que encontraron, y no es cosa de mentar a Bolinaga.
Puesto que los progres son enemigos de los carceleros, no de las cárceles, podría ocurrir que Obama enviara a los bombistas bostonianos a Guantánamo, la ergástula de Bush convertida en Museo Concepción Arenal por el hombre capaz de tranquilizar al mundo (no diremos que de paralizar la Feria) sólo con declarar que todo lo que sabe es que no sabe nada.
Obama es un feriante. Pero es nuestro feriante.