García
Allá cuando el Caudillo iba a Bilbao en su yate Azor para ser recibido por una nube de gabarras vizcaínas, el periodismo deportivo era considerado el hermano frívolo del periodismo político o económico. Pero aún así, estaba realizado por gente que al menos sabía escribir. Lo de “pentacampeón” para referirse al Madrid de las cinco copas de Europa demuestra que esa gente manejaba no sólo el castellano, sino también el latín, hasta el punto de poder inventar palabras siguiendo normas seculares de formulación y conjugación ligüística. Eso se perdió cuando los de las gabarras las abandonaron para ir a llorar la muerte del Caudillo, más o menos. Entonces empezó a configurarse el periodismo zafio, bullero y de ataque, el del periodista como protagonista, el de la escuela de García, el de la tasca de bar y los complejos tradicionales de los españoles. Eso empeoró aún más la percepción que se tenía de ese periodismo. Con el tiempo, esa percepción desaparecería no porque los periodistas deportivos mejoraran su expresión y contenidos, sino porque el periodismo “serio” acabó por coger los mismos vicios. Pero eso todavía quedaba lejos. Afortunadamente para los plumillas del balón, a principio de la década de los ochenta desembarca en España el técnico argentino Menotti, cuya verborrea de inspiración tardoborgiana dotó a lo de darle patadas a un balón de un fondo poético y filosófico que encantó a los Tribuletes carpetovetónicos. Como digo, era todo verborrea vacía, hueca, pero quedaba muy bien. Valdano es actualmente el floripondio más visible de esta escuela, de ahí que haya acabado recalando en el universo para-lelos de PRISA. Gracias a esta escuela, el fútbol dejaba de ser un hosco enfrentamiento para transformarse en una metáfora de la vida, en una forma de entender la realidad y de concebir el mundo que nos rodea. Todo pamplinas, pero que ensalzaban al periodismo deportivo. La transformación de equipos de fútbol en un conjunto de coros y danza con música de Gardel tenía, no obstante, un problema: que no ganaban. Bueno, alguna que otra cosa sí, pero es que como ya no ganaran nada sería el acabose del empezose, que diría Mafalda, tan bien traída para este caso. La excepción, suele decirse, confirma la regla.