miércoles, 2 de octubre de 2019

Los yayos



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De Vasconia llegan a Madrid, y a la vez, treinta pensionistas con lista de derechos, un cinero con película de Unamuno y la declaración del peneuvero Ortúzar en el Día del Partido (“Por favor, informen al Partido…”, dijo Gagarin al apearse del “Vostok”):
    
Nos quieren iguales para peor. Luego querrán que los vascos se sientan españoles... ¡Ni por el forro!
    
Ah, el forro de España: una piel tendida al sol. Claro que una piel de conejo (¡tierra de conejos!), no de toro, como se tradujo la piel de buey que imaginó Estrabón.

    Ortúzar se ve de toro, pero no de conejo, y de ahí su oposición a una igualdad “a peor”. Está en su derecho romántico, que luego, con la metafísica de los derechos, se convierte en derecho económico, como el de esos yayos que se hacen Bilbao-Madrid andando para reclamar pensiones como Dios (“Dios, Patria, Fueros y Rey”) manda.
    
En sus “Derechos del hombre” el republicanazo de Tom Paine acusaba a Burke de apego a la monarquía… “como pensionista”, mas ese pensionismo no guía la caminata de estos pensionistas que sólo piden “un gobierno de progreso” y pensiones que den para ir al cine a ver la de Unamuno, un vasco que quería que los vascos ahondasen en su vasquismo para ser más como son por dentro, “en lugar de poner su cuidado en ser lo contrario del castellano”, quien, por cierto, en la España oficial, hoy, no es nada, ni siquiera el que paga las pensiones para comprar (al modo de Felipe II) a sus enemigos.
    
“Tenemos derechos”, cantan, como niños, los yayos peregrinos.
   
 –Los derechos son intereses jurídicamente protegidos –dice Ihering en su imponente “Espíritu del derecho romano” (a los del cuarto turno bastará el resumen que hizo Fernando Vela).
    
León Duguit creyó ver en camino una sociedad nueva (nunca llegó) de la cual habían de rechazarse la noción de un derecho de la colectividad para mandar en el individuo y la noción de un derecho del individuo para mandar en la colectividad.

    –El mejor Tribunal Supremo es el pueblo –zanjó De Gaulle.