viernes, 4 de octubre de 2019

El Cid

Cavia 2007, unos días antes de lo de Bilbao


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Esta tarde, en Madrid, se despide de los toros El Cid, llevándose por delante una época que viene a ser una generación cultural de las de Ortega, que las componía de 15 en 15 años.
   
 Íntimo amigo de Domingo Ortega, al que llevaba a dar conferencias vestido de corto a Alemania, el filósofo dijo aquello de que para entender España había que ir a los toros, aunque su periódico, “El Sol”, fundado para arreglar España, consideraba los toros un vicio, como la lotería, y se negaba a insertar crónica taurina y lista de lotería… en la Monarquía, pues en la República “el nieto” de “El Sol”, “Luz” (“hijo” de “Crisol”), acordó publicar, “con sincero pesar”, reseñas de toros “en las que se incluirá una crítica del ganado, sobriamente y con dignidad, atemperándose al espíritu del periódico”. A cambio, y con el pretexto de aplacar a los cabestros del anticlericalismo, “no se publicará absolutamente nada, ni en fondos, artículos, caricaturas o telegramas que esté relacionado con la religión”.

    La de El Cid fue una época pura: puro en su toreo (se torea como se es) y puro en sus toros (camadas enteras de victorinos). Se va, pues, con veinte años de “estar en activo” de pureza, que diría Pemán: nadie ha viajado por ella (insuperable aquel 25 de agosto de 2007 y los 6 victorinos de Bilbao) con menos equipaje. Torero sevillano de Madrid, educado en el punto de vista de la Grada del 8, arañando las encinas de la Casa de Campo por la mañana hasta poder estar una tarde (que serían muchas) con la yerba en la boca en la arena de Las Ventas. Es el torero con más faenas (sin espada) en Madrid.
    
Olvida los consejos y busca tu propia forma de matar –le dijo un buen día, que no ha olvidado, Manolo Vázquez–. El caso, eso sí, es matar a la primera, no a la última.
    
Vivió juanramonianamente aislado de automóviles y sirenas: puso guata y corcho entre su corazón y los periódicos. Sin apoyarse en nada de fuera, todo se lo hizo solo por dentro.

    Nos queda un hombre, que es muy bueno.