lunes, 2 de junio de 2014

Instrucciones para tertulianos


Manolo Morán, el tertulino por antonomasia


Hughes
Abc
Me pregunta un amigo, fino liberal jerezano en trance de enfrentarse tertulianescamente a Pablo Iglesias, la manera mejor de encarar semejante morlaco dialéctico. Esto empieza a ser importante por cuanto España pasa en un suspiro de partitocracia a tertuliacracia, es decir, a un populismo en corro. Esto lo decía Aristóteles: la demagogia como degeneración de la democracia. Y es verdaderamente atroz que tengamos que recuperar a Aristóteles a estas alturas. Que pudiendo citar a Camba tengamos que citar a Aristóteles. Así que resulta vital penetrar la cháchara del feldespato del líder de Podemos y que alguien de entre la, así llamada, Casta, haga su papel.

La mejor solución que se me ha ocurrido es la seriedad. Si yo fuera tertuliano opondría a la seriedad de Pablo Iglesias la más seria circunspección. Quitarle el rostro de viudo. Poner una cara auténtica de Perales, de la mayor tristeza democrática.

Otra opción, maravillosa, genial, sólo al alcance de algunos privilegiados, sería la de comparecer en la tertulia de turno con una coleta. Bastarían unas extensiones convenientemente dispuestas. Una coleta de quita y pon. Que en la mesa redonda todos llevasen coleta desactivando el efecto del Tuerka, amortiguando su atractivo antisistema.

Defender con seriedad de Ho Chi Minh y con la coleta de Sara Montiel en Veracruz los fundamentos constitucionales, capitalistas y de libre mercado, ¡ahí te quiero ver, tertuliano de la Casta!

Pero aún sería mejor, tiemblo solo de imaginarlo, que un tertuliano de la derecha o de la socialdemocracia encastada se plantara frente al antedicho con… (¿lo diré? ¿seré capaz?) ¡con dos coletas!

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*La alternancia en España es que la izquierda cree derechos sociales y que luego la derecha les otorgue cobertura presupuestaria. La interrupción de esa alternancia puede ser desastrosa.

*Establecer el voto obligatorio (¡cacumen cumbre el promotor!) se parece un poco a prohibirlo. Extiende una oscura relación entre el poder y el sentido común, lo promedio.