miércoles, 18 de enero de 2012

San Antón

San Antón, ayer, en su día

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Habló Rajoy y nos puede caer una tasa Tobin, que suena, ay, a doctrina social de la Iglesia.

Los protestantes del barrio de Salamanca achacan todos los males del país a su cultura católica. Sin embargo, sólo esa cultura permite al pueblo comprender el nuevo programa de gobierno.

Si sale barba, San Antón, y si no, la Purísima Concepción.

Si sale con barba, Mariano, y si no, Soraya, que tiene esa cosa de Purísima de las latas del pimentón.

O sea, improvisación.

Es lo malo del centrismo.

El marianismo, desde luego, no es falangismo: José Antonio detestaba la improvisación en tanto que actitud de la escuela romántica, pero Benavente, más feble que romántico, no confiaba en otra cosa, y le iba de miedo para sus intereses creados.

Este marianismo incipiente es benaventismo de “La comida de las fieras”, que nadie, hoy, ha leído, aunque tampoco ha leído nadie a Harold Pinter y Ana Botella nos tiene la calle de Serrano empapelada con el careto de Willy Toledo anunciando un montaplatos en el Matadero.

Como el benaventismo, el marianismo es irónico, elegante, ático, favorecido por este ambiente cientifista (con predominio de la inteligencia sobre la sensibilidad) de un país, que es el nuestro, en almoneda, y los criados disputándose como fieras cualquier propina arrojada por el señor.

Lo bueno de la improvisación es que hoy yerras con esa Vela disfrazada de Oppenheimer puesta por Guindos al diablo del I+D, pero mañana aciertas con esa zoóloga en la que todos queremos ver a Desmond Morris (nadie se veía igual después de leer “El mono desnudo”) colocada por la justicia poética en Educación para pastorear al ganado progresista.

(...)

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