Camouflage
José Ramón Márquez
Algo pasa que el minino no canta. Hay extraños signos en los hígados de las ocas que no dan buen foie, porque hay que ver a las alturas de año que estamos y aún no sabemos nada de la temporada del Pétreo de Galapagar. Sus habituales noticias dosificadas con mimo, con exquisita, puntual y calculada frecuencia, han dejado de producirse, como si el diosecillo de piedra, el ciprés enhiesto estuviese mandando al mundo y para el mundo algún mensaje en el sentido de que no está lo que se dice por la labor, que los años pesan. Ni siquiera sabemos si ha vuelto a ser amigo del ganadero Cuvillo, escrupuloso ganadero, que tiene las dehesas llenas de hijos y nietos de Idílico, padre genésico, para lo que vengan bien, o sea lo mismo para un roto que para un descosido.
Y no es de extrañar esa actitud del Ciprés Berroqueño, que otra vez le han vuelto a dar su PPPP (Prestigioso y Pingüe Premio Paquiro) y el hombre, al comprobar en sus carnes que se puede llevar una morterada de pasta sin arriesgar ni un alamar, las pocas ganas que tiene de vestirse de luces se le deben quedar en nada al ver el cheque aguinaldo que le regala cada año El Mundo porque sí.
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El caso es que a estas alturas lo único serio que tenemos encima para ilusionarnos con la temporada que viene es el ofrecimiento de Fandiño para ir a Bilbao a matar seis toros, ofrecimiento que hasta el momento ha sido desoído con exquisito mimo por el caballero de la pelija cana, el afgano Aresti, que el hombre está que no sale de sus ensoñaciones fluviales con Manzanares y con los Reinitajos y Tajirreinas de Pepe Veraguas. Ríos de arte y de casta para lavar las negras arenas de Bilbao y transformarlas en rubio albero de Alcalá de Guadaira.
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Aquí, en Madrid, a la vuelta ya se perfila Valdemorillo, que es donde solemos empezar la temporada. Para tratar de hacernos desistir de ir este año han perpretado dos corridas de supuestos toros, los montealtos y los sanromanes, que es como obligarnos a poner una mejilla y después la otra, sobre todo pensando en la que nos va a caer encima en la temporada de Madrid. Se ve que los de Valdemorillo han decidido ya definitivamente huir de la tradición serrana del toro grande y encastado. La verdad es que nos gustaba mucho más cuando la portátil y el frío con toros que esta plaza cubierta medio vacía con cabras. Para quitarnos el ansia y dado que lo que la empresa nos propone en diversas proporciones y mixturas es o juampedro o juampedro o juampedro, nos iremos el sábado por la mañana a la novillada de Fuente Ymbro, que es sobre el papel lo que puede sacar algo más de casta, para ver el mano a mano entre el mexicano Sergio Flores y Fernando Adrián, el del zapato de Arnedo, y luego ya veremos dónde almorzamos.