Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
En las sociedades laicistas no hay Becerro de Oro; hay Balón de Oro, a cuya gala anual acudió esta semana el entrenador español Guardiola, felizmente bautizado por Ibrahimovic como el Gandhi de Sampedor. Fue vestido de humorista catalán -señor que hace humor blanco (simple) en traje negro- y llevando de la mano, como las madres de las folclóricas, a tres futbolistas chaparretes que han prosperado a base de astucia: Xavi e Iniesta, que a mí me recuerdan a Joselito y a Pablito Calvo, por un lado, y por el otro, Messi, ganador del Balón de Oro por su rol (lo bueno de decir «rol» es que ya nadie hace preguntas) en el Mundial de Suráfrica.
-He aquí los pormenores históricos de una anomalía cultural que nos avergüenza ante el mundo -escribe, al borde del hipo, Muñoz Molina, que se ha metido entre pecho y espalda lo último de Mosterín, el Tartarín del CSIC.
Es verdad que Molina habla de los toros bravos, pero su alegato valiente vale para los Balones de Oro.
-El toro bravo -nos alecciona Molina- no embiste; el toro bravo... huye.
De lo cual Molina deduce que torear a un toro bravo no es arte, como creía Cocteau, aquel monstruo lombrosiano, sino tortura, como quiere hacernos creer este epígono de la Ilustración que, en el pupilaje del Instituto Cervantes en Nueva York, atribuía al Oso Yogui (Yogui Bear) las citas del beibolista Yogi Berra, y nadie dice que esto «nos avergüenza ante el mundo», porque para el mundo es irrelevante lo que Molina haga con su inglés.
Otra cosa es lo que hace con nuestro español.
-Queremos que cualquiera que pueda encontrar un trabajo sea capaz de encontrar un trabajo -es una cita famosa de Berra.
Y uno querría que Molina entendiera que para torear a un toro bravo hay que saber torear, y, sin embargo, para ser académico no se necesita saber escribir, como prueba la aceptación académica de «murciégalo» (murciélago), «toballa» (toalla) o «almóndiga» (albóndiga).
Pero hablábamos del Balón de Oro...