jueves, 17 de noviembre de 2011

Lo único genuinamente ibérico que queda en España es el euskera y el cochino de pata negra


A raíz de la Revolución de los Claveles andaba yo por Lisboa y vi un cartel que cruzaba una calle de balcón a balcón y ponía: “Associação dos deficientes das forças armadas”. Le dije a Umbral que por qué no le proponía a su amigo Carandell que incluyera ese lema en su Celtiberia Show, y me contestó que no era oportuno. No era en efecto oportuno ridiculizar a los heroicos soldados que habían hecho una revolución tapando con flores los cañones de los fusiles. El trabajo de Carandell tenía por objeto destacar lo esperpéntico de un país que a primera vista había dejado de parecerlo. Hoy se han invertido las proporciones, y lo que entonces podía ser una que otra excepción pintoresca, es la regla general, y buena prueba de ello son los breviarios del pensamiento de Sabino Arana, como éste con que se estrenaba la joven editorial Criterio* . La sindéresis y la ortografía de Sabino puede que fueran explosivas y detonantes en su día. Hoy las deja en pañales las de cualquier sujeto de derechos humanos, por no hablar de la explosiva y detonante elocuencia de las armas. El peor defecto de Sabino es el mismo de Unamuno: la falta de sentido del humor.

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