Francisco Javier Gómez Izquierdo
Lo mejor que le puede pasar a uno en los tiempos que corren es estar “liao” en las cosas del “currelo”. No me entero de las necedades de palabra, obra y omisión de los candidatos, a pesar de que no pueda olvidar los números que he de cuadrar adelgazados por sus crisis.
Entre cortado y tortilla, se cuela el revuelo que sacude la ciudad y que no es otro que los carteles de Doña Rosa Joaquina. Va a pensar la ministra de nuestras liebres y sardinas que la tenemos manía en Salmonetes..., pero si desde Córdoba hace tiempo que aconsejamos no fiarse de la señora Aguilar, ayer, se supone que los que antaño fueron sus amigos la acusaron en los carteles de lo que parecieron sus actos a los cordobeses que la votaron.
-Le han tapado la boca con la palabra “traidora”.
Se dice que a Carmen Calvo no le ha parecido mal la ocurrencia de los comunistas e incluso los hay que aventuran la posibilidad de que haya sido la rama socialista ninguneada en Córdoba la autora del desprecio hacia la figura de Rosa. No creo que lo obvio importe demasiado, y menos debe importar en una democracia donde se supone que todos los ciudadanos están educados para entender el significado de las palabras. Lo que sí ha importado a muchos es el abrazo de Felipe con la “nueva compañera camarada” en un restaurante califal, olvidados ya los tiempos de miradas feroces en el Congreso a cuenta del Gal y míster X. Rubalcaba, ministro en los entonces como ella ahora, gritó a Córdoba en el polideportivo donde mi tierno infante practica el deporte del balonmano, que Rosa Aguilar iba a ser ministra en el gobierno que se formará a partir del 20-N. “...¡¡¡bonita es Rosa!!!” dicen que dijo Don Alfredo.
Diego Valderas, uno de los barandas de IU en Andalucía, no le quita razón al candidato:
-Rosa Aguilar acabará en el PP.
Lo mejor que le puede pasar a uno en los tiempos que corren es estar “liao” en las cosas del “currelo”. No me entero de las necedades de palabra, obra y omisión de los candidatos, a pesar de que no pueda olvidar los números que he de cuadrar adelgazados por sus crisis.
Entre cortado y tortilla, se cuela el revuelo que sacude la ciudad y que no es otro que los carteles de Doña Rosa Joaquina. Va a pensar la ministra de nuestras liebres y sardinas que la tenemos manía en Salmonetes..., pero si desde Córdoba hace tiempo que aconsejamos no fiarse de la señora Aguilar, ayer, se supone que los que antaño fueron sus amigos la acusaron en los carteles de lo que parecieron sus actos a los cordobeses que la votaron.
-Le han tapado la boca con la palabra “traidora”.
Se dice que a Carmen Calvo no le ha parecido mal la ocurrencia de los comunistas e incluso los hay que aventuran la posibilidad de que haya sido la rama socialista ninguneada en Córdoba la autora del desprecio hacia la figura de Rosa. No creo que lo obvio importe demasiado, y menos debe importar en una democracia donde se supone que todos los ciudadanos están educados para entender el significado de las palabras. Lo que sí ha importado a muchos es el abrazo de Felipe con la “nueva compañera camarada” en un restaurante califal, olvidados ya los tiempos de miradas feroces en el Congreso a cuenta del Gal y míster X. Rubalcaba, ministro en los entonces como ella ahora, gritó a Córdoba en el polideportivo donde mi tierno infante practica el deporte del balonmano, que Rosa Aguilar iba a ser ministra en el gobierno que se formará a partir del 20-N. “...¡¡¡bonita es Rosa!!!” dicen que dijo Don Alfredo.
Diego Valderas, uno de los barandas de IU en Andalucía, no le quita razón al candidato:
-Rosa Aguilar acabará en el PP.