domingo, 5 de enero de 2020

Café sin cafeína


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Cinco sabios —cuatro japoneses y un escocés— han descubierto un gen que hará posible el café sin cafeína. «Pero, ¿qué gilipollez es ésa?», pensarán algunos. Y no es una gilipollez, sino una falsificación del vicio, lo cual, por cierto, entraña una inmoralidad mil veces peor que la falsificación de la virtud, aunque los radicales de la bioética andan tan entretenidos con la discusión del alma de los embriones que no han abierto la boca ante la estafa del café. Y a este paso, si nadie les para los pies, ¿cuánto tardarán los sabios en descubrir el gen que haga posible a la mujer sin piernas? ¡Café sin cafeína!

En cualquier caso, para nosotros, el café, más que una infusión excitante, siempre ha sido una institución política. El «boom» del autonomismo, por ejemplo, se propagó en Madrid hace unos veinte años al grito de «¡Café para todos!». Ni qué decir tiene que «todos» eran media docena de políticos que, cada cual con su estilo peculiar de cocer el arroz o de guisarlas cocochas, habían descubierto una política que hacía posible una España sin españoles. Para eliminar la cafeína del café, los sabios, además de quemarse las pestañas en la Universidad —Ochano-mizu, Taukuba y Glasgow—, han tenido que escribir un artículo en la revista «Nature». En cambio, para eliminar a los españoles de España, nuestra media docena de políticos no tienen más que dejarse la culera del pantalón en la silla del café y, de cuando en vez, deslizar algún lugar común en cualquier ponencia política. En ese sentido, el último grito parece ser el catalanismo del Partido Popular, que eso es salir del armario, y no lo del teniente coronel.

Dice Norman Mailer que en la política americana ser un intelectual es una desventaja para llegar a la Casa Blanca: «Clinton lo sabe, y ha hecho todo lo posible para esconder su mente y su formidable cultura.» Bueno, en la política española ser un regionalista también es una desventaja para llegar a La Moncloa, ¿y quién nos dice ahora que Aznar no lo sabía y que no hizo todo lo posible para esconder su formidable catalanismo? Uno, que es de Burgos, nada tiene ni contra Aznar ni contra el catalanismo, que me parece un «ismo» dotado de todos los adelantos modernos, con su Estatuto histórico, salido hace setenta años de un café de San Sebastián, y con su doctrina científica, salida hace un siglo de cabezas como la de Pompeyo Gener a la salida, no de algún «after hours», sino de la sociedad de antropología de París. «Hemos dicho que en Madrid no puede prosperar la ciencia —escribió este hombre en "Cosas de España"—, y vamos a probarlo.» Para Gener, la atmósfera madrileña, pobre en oxígeno y falta de presión, es poco favorable para la perfecta oxidación de la sangre. Además, Madrid carece de helio y de argón: «La inteligencia tiene que funcionar mal por fuerza, por la deficiente nutrición del cerebro. Así, todas las concepciones que de allí nos vienen son raquíticas, estrechas o vacías.»


Sin argón, sin helio, sin presión, sin oxígeno y, bien pronto, sin cafeína, ¿a dónde irán los madrileños a parar? Con razón cuando salen por ahí y se les pregunta que de dónde son contestan que de ninguma parte. Total, que españoles, lo que se dice españoles, sólo vamos quedando los que, según el chascarrillo de Cánovas, no podemos ser otra cosa: Sevilla, Burgos, y así. Claro, que un sevillano siempre puede torear y cantar, y puede ir a Bilbao, donde todavía gustan los toros, o a Barcelona, donde todavía gusta el flamenco. Pero uno de Burgos, ¿qué hace? Lo único que se le da bien es hablar español, que es un idioma en auge en todo el mundo menos en España, lo cual que sólo puede aspirar a colocarse en el Cervantes, que es un Instituto que opera allá donde alguien quiera hablar español, o sea, en el extranjero. Lo malo es que en el extranjero, si eres burgalés, a poco que estén al tanto de nuestra propaganda oficial, ya te miran como si fueras un poco serbio que viniera de arrasar las magníficas culturas autóctonas de la barretina, la gaita y el tamboril. ¿De qué color será un camaleón mirándose en un espejo?


Pompeyo Gener

Para eliminar a los españoles de España, nuestra media docena de políticos no tienen más que dejarse la culera del pantalón en la silla del café y, de cuando en vez, deslizar algún lugar común en cualquier ponencia política. En ese sentido, el último grito parece ser el catalanismo del Partido Popular, que eso es salir del armario