Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Si no es por Hughes, que vive en Cádiz, se nos va de la mano el cierre madrileño de Florida Park, que en Madrid a nadie sonaba ya.
–¿Qué tal de resonancias? –era el saludo habitual de Lezama Lima al encontrarse con algún amigo.
A Bárcenas, por ejemplo, tan sobrado de marketing, le ha faltado la resonancia (¡el glamour¡) del Florida en el Retiro, donde el brindis famoso de Menéndez Pelayo por la Santa Inquisición ante una comisión de sabios extranjeros invitados al centenario de Calderón.
El Florida Park podía ser La Cabaña Cubana de París o el Cotton Club de Nueva York, sólo que con folclóricas (Marifé, Lola Flores) en vez de jazbandistas (Ella Fitzgerald, Louis Armstrong) o soneros contemplados desde un rincón por Buster Keaton con sus ojos, dice Carpentier, “de caimán viejo”.
Dicen que al Cotton y a la Cabaña acudía la burguesía intelectual y ávida de “s’encanailler”, cosa que yo no recuerdo haber visto jamás en el Florida, que para mí fue durante mucho tiempo el lunes de los ochenta, día de presentación de las folclóricas, con un portero jodón que pedía acreditación a los fotógrafos.
–¡Usted no sabe con quién está hablando! –lo amenazó en noche de Lola Flores uno que no la llevaba encima.
–¿Cuál es su nombre?
–Pepe García.
–Pues el caso es que me suena.
Y lo dejaba afuera.
Fue la Edad de Plata de la copla, que, al final, como ocurre en los toros, sería la verdadera Edad de Oro de unas reinonas resucitadas (sólo lo que resucita es cierto) por Ullán, que acertó a meterlas en cintura literaria.
Cuando Ullán (“¡un chinche, un chinche!” exclamaba Elena Soriano, primera suegra de Miguel Boyer) picaba a Lola Flores con los papeles ofrecidos por Almodóvar, que ella negaba:
–Bueno, si el papel que me ofreció era hacer yo de Soraya en un aeropuerto con un turbante… ¿Por qué no me da uno de Zorba el griego, vestida de negro, sin pintar, tipo Carmen Amaya en “Los Tarantos”?
Yo de Bárcenas me quedaba el Florida.