viernes, 12 de julio de 2013

El boicot al revés



Bravo / Mas
 
Hughes
Abc

Artur Mas ha dicho en Brasil que “la dependencia respecto a España debe reducirse en todos los ámbitos”. Es decir, la independencia no es una cuestión política, y se hace por todos y cada día, como el amor. Una independencia gradual, sistemática, progresiva para que cuando llegue no sorprenda a nadie ni rompa nada. Que la sábana caiga por sí sola.

Eso de Kennedy de no se pregunte qué puede hacer por su país, bla, bla, bla, en Mas es una exhortación diaria al ciudadano para que se vaya independizando. Que cada cual, desde lo suyo, vaya rompiendo lazos. Esto es excepcional porque es una tarea conjunta de ruptura. Es una apelación diaria, unánime y oficial a la separación. Una petición diaria de negatividad.

Es una política de tiritas fuera.

El profesor, el taxista, el confitero, el auxiliar de clínica se levantan cada mañana con un mensaje oficial que les anima a ir separándose, alejándose de nosotros. Como alguien que nos mirase y sin darse la vuelta se alejase dando pequeños pasos, casi imperceptibles, hacia atrás mientras nos sigue mirando.

Ayer le tocó al empresariado, que me encanta la expresión empresariado, mejor, mucho mejor que patronal. El empresariado catalán fue animado a contribuir a la independencia internacionalizando su economía, que no deja de ser un objetivo de cualquiera que venda o fabrique cosas. Pero con el nacionalismo todo se enajena, de modo que el objetivo de la internacionalización no sería el mayor beneficio, sino la pérdida de peso del consumidor español.

Este absurdo modo de ver las cosas aspiraría a conseguir un ideal delirante: ¡el boicot! Pero no el boicot del consumidor, sino boicot al revés del empresario. En la mente altamente humorística del nacionalista, los del cava y los del fuet conquistarían tantos mercados que al final se olvidarán de su consumidor español.

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