El oro de Roma en algún lugar de León
¡Ah, aquellos mofletes zapateros!
Hughes
Tras la ronda de cuartos de final, tras ese nuevo arbitraje nórdico al Barcelona -nórdicos para el sueño del niño culé, según Ruiz Quintano-, arbitraje de escandalosa complacencia, aunque sin el escándalo mímico del árbitro mediterráneo, que organiza auténticos atestados, Mourinho, al ser preguntado por los favoritismos en lo que queda de competición ha contestado con dos cosas, un nombre, el del Barcelona, y un gesto, o mejor, dos gestos.
-¿Su favorito?
-EL Barcelona.
-¿Por algo en especial?
(Gesto)
-Son buenísimos.
En rueda de prensa el gesto consistió en meter los mofletes hacia dentro, en leve succión, como queriendo posar en plan zoolander. Carrillos adentro, con coquetería que subrayaba lo que estaba diciendo, una visible rebelión de sí mismo contra sus palabras.
En zona mixta (casi la intolerable mixtura de héroes y periodistas, auténtica promiscuidad de fotocol), respondió siguiendo la misma secuencia, pero con un gesto similar: sacar mofletes, de un modo algo infantil, con la ternura que explotamos al llenar de aire los carrillos. Un poco chapulines.
Moflete hacie fuera, moflete adentro. El moflete de Mou es su salida de la impasibilidad western. Mou, que mira al mundo en rueda de prensa como a una mujer, se ha permitido la coquetería gestual de hablar sin hablar (¡puro guardiolismo!) con un gesto que lo es todo: la interiorización sexy y madura del moflete, que afila el pómulo y da cara de seductor, y la exteriorización carrilluda, cariplena, infantiloide del moflete (¡moflete de niño que Casillas querrá acariciar!). El gesto ambivalente y sistólico de Mourinho, que es la ruptura de su silencio, su romper a hablar, la gran preparación de lo que se avecina, porque ese gesto, tan cerca de lo oral, es la tentación de lo que quiere decir y no puede decir, pero dirá. Su coqueto y juguetón "no me tiréis de la lengua".
Coquetería seductora y coquetería juguetona, he ahí los dos Mourinhos, frente a la coquetería solemne y virtuosa de Pep, que es muy de usar el moflete. Guardiola es moflete y mirada y musitación y alargamiento onomatopéyico de las dubitaciones y miradas desde abajo y carraspeo, todos los recursos gestuales de la seducción guardiola contra Mou y su máscara, pero contra eso se rebela este gesto del primer Mou actoral, del primer Mou de la mueca decidora y del hablar gestual. Mourinho era la palabra (¿Pur qué?) y el acto (el dedo en el ojo ajeno, el dedo señalador de córneas). Mourinho no necesitaba el gesto, al no ser político.
Ese gesto del moflete decidor, de la expresión mofletil por la que nadie le puede sancionar, es el mismo gesto que tenía Aíto García Reneses, que de tanto hacerlo se le quedó perpetuo y al final ya parecía Sara Montiel pidiendo tiempo muerto.
El mourinhismo, que es una raza moral de serios, de responsables, de los que quieren la plena consecuencia y la integridad de lo que sucede, no sabe aún, a estas alturas, si aceptar este gesto como forma suya, como forma de negociar con la realidad.
Villa romana en las parameras leonesas