lunes, 16 de abril de 2012

El manguito y el mangazo


Real Madrid - Sporting de Gijón
Manguitos y mangazos

Ignacio Ruiz Quintano
  
El disparate de números de esta Liga es la consecuencia del disparate de régimen a lo Pionyang de nuestro fútbol, con la Uefa de Pion y la Federación de Yang al servicio del Kim Jong-un a que juega Sandro.
    
¿Qué más te puedo dar, Sandro?
    
El perrero del régimen es un montañés de nombre Arminio que consiguió el puesto tras echar de México’86 al mejor equipo de la competición, la Urss de Lobanovsky. Los detectives que la agencia Pinkerton envió a Deadwood para investigar a la viuda son una broma, al lado de los mozos de cordel que Arminio pone en el camino del Madrid para regocijo de la corrala mediática.
    
Guardiola pone la “humildat”: “El penalti (del triunfo sobre el Levante) fue así, así…”
    
Y la desfachatez la pone la prensa: “Míster, por Dios. Isaac Cuenca fue descaradamente derribado, y el linier, muy atento, no dudó en señalar la pena máxima.”

    En fin, el mangazo de Valencia.

    En Madrid, un par de horas antes, vimos el manguito.

    Con el tercer gol blanco, que igualaba el récord histórico (otro señorío que se va a hacer gárgaras), Mourinho hizo lo que los portugueses llaman manguito, los castizos peineta y los cursis corte de mangas.

    ¿Y qué querían que hiciera? Venía de vérselas en el Manzanares con el pinkerton más desahogado de la temporada, y en el Bernabéu, cuando esperaba una tarde tranquila pensando en Munich, le echaron a otro pinkerton (con cara de rústico) que permitió a la muchachada de Clemente pegar como en las fiestas del pueblo.

    –Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche.
    
Clemente en el Bernabéu
Enunciado por su autor cuando era seleccionador de Villar, cuyos mandatos se miden por fallas geológicas, el método clementino (revolotear como un grajo y pegar como un mulo) requiere de la complicidad arbitral, como en el Bernabéu, donde todos los pinkerton acostumbran marcar tan chulamente territorio.

    –A que lo meen a uno también se acostumbra uno con el paso del tiempo –tiene escrito Thomas Bernhard–. Bueno, probablemente uno se brinda a hacer de árbol. Y vienen los perritos y se mean.
    
Es verdad que ningún árbol se muere porque lo meen, pero no huelen bien las mofas a lo Caifás de Guardiola, el de la colonia, diciendo, primero, que la Liga está imposible, con el consiguiente acelerón pinkertoniano, y ahora, que la Liga está “menos imposible”, es decir, que está hecha, meta Cristiano (esa “indecencia”, que dijo Platini) los goles que meta, pues ni el Pichichi le van a dejar, que para el régimen Messi es “el verdadero asesino” (Platini otra vez). Asesino de penaltis, se entiende.
    
Y si algún elogio le cae últimamente a Cristiano de este régimen a lo Pionyang, no es por ensalzar a Cristiano; es por “arreliar” a Mourinho, el genio que podría ponerles en peligro el tinglado.

    Nadie le ganó a la banca en Las Vegas.

    Lo único que tenemos, pues, es lo que nos dejan los malos: el muslo de Cristiano y el manguito de Mou. Y no sabemos hasta cuándo.


MORANTE Y EL RELOJ
    Morante en el Bernabéu, vestido como un mozo de cuadra, que así son hoy los toreros. Es fama que, igual que Uri Geller ponía en marcha los relojes, Morante los para. ¿Para qué querrá el Madrid a Morante, si hace tiempo que no le dan ni la hora? Árbitro para Munich: Howard Webb, el del patadón de De Jong a Xabi Alonso en la final del Mundial. (Amarilla para De Jong.) Árbitro para el clásico: Undiano Mallenco, el del patadón de Busquets a Xabi Alonso en la final de Copa del Rey. (Regañina con sonrisa para Busquets.)


A galopar, a galopar