Pasionaria... y católica
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Dice el jesuita Lamet que Dolores Ibárruri, la Pasionaria, murió como católica (confesión y comunión reglamentarias) reconvertida por el padre Llanos, cosa que no pudo hacer Pilar Urbano con Tierno.
Cómo sería la cosa que Llanos e Ibárruri llegaron a cantar juntos “Cantemos al amor de los amores”, y con su letra, no como algunas beatonas del barrio de Salamanca, que la tararean.
Lo de la Pasionaria es natural.
–Porque vamos a ver, ¿quién es la Pasionaria? –se preguntaba el camarada Valentín González, el Campesino, para explicar el desbarajuste del Partido–. Pues, sencillamente, una vendedora de sardinas. Pero su marido la fue adoctrinando y Dolores se convirtió en una fanática de Stalin como antes lo había sido de la Virgen de Begoña.
La “palabra fácil y un rencor que le sube de las entrañas” hicieron el resto.
Bueno, pues para los jesuitas, una santa, Dolores, y ya estoy viendo el respingo de Dalí:
–Yo soy el único que es genio y santo. Mi vida es muy semejante a la de San Agustín. Claro que “Las postrimerías de San Fernando” (Virgilio Mattoni) es un cuadro milagroso. Se ve la Sagrada Forma de perfil. Es una línea y se ve redondo. ¿Comulgaría usted con esa Sagrada Forma?
El español es más de rueda de molino, a lo Mayor Zaragoza, siempre pensando lo mismo que el que manda, sólo que después.
El 18 de julio del 75, a propuesta de Solís, ministro secretario general del Movimiento, y con la firma de Franco, Mayor recibió la Gran Cruz de la Orden de Cisneros “en atención a los méritos y circunstancias que concurren en el excelentísimo señor”.
Aquel excelentísimo señor, sin necesidad de devolver la Gran Cruz de Cisneros, como hizo José Tomás con el medallón de Cultura, es hoy la primera figura del progresismo español, y como tal ha pedido el Príncipe de Asturias a la Concordia (aquella piñata de Xavi y Casillas) para Ada Colau, la Pasionaria de los Desahuciados.
Cantemos al amor de los amores.