Lassalle
José Ramón Márquez
Dice un amigo mío que Lassalle guarda un parecido con Jorge Laverón, pero eso es un imposible ontológico, porque Laverón es un ser necesario y, sin embargo, Lassalle es pura contingencia, si seguimos a Tomás de Aquino.
Ahora, más allá de los parecidos razonables, sus vidas tan remotas entre sí tendrán un levísimo roce, pues Lassalle es el que se encarga desde hace unos días del negociado de la cosa taurina, digamos de la cosa taurinesca, que el uro llegó a la jurisdicción de la cultura a base de tumbos, burla burlando.
Y ahora, frente a esa especie de cultura administrativa que se sustancia en la pena mora de las tristes desgravaciones del Iva o en la piñata de las subvenciones a las diversas órdenes mendicantes de nuestra época (Poetas, Cineros, Literatos, Performers, Teatreros, Editores…) Jorge Laverón representa la mayor cultura taurina que uno conoce, esa nobiliaria cultura que siendo docta y erudita no renuncia nunca a ser juguetona, que tiene un pie en la Academia y el otro en la Taberna, la que prefiere postergar la filosofía a la vida.
Sin embargo, como la cosa cultural de Lasalle tuerce más por lo libresco, el hombre se ha comprado un libro para ver si se entera de qué va el negociado éste de taurinerías que le ha caído en suerte entre el gordo de Navidad y el del Niño. El otro día, tras los fastos de la entronización de Mariano I El Silente, se acerca el hombre al bar del Congreso de los Diputados a refrescarse el gaznate o acaso a tomar el consuetudinario cafelito, pues es sabido que desde los años treinta ya no sirven los ujieres del Congreso el agua con azucarillo que tanto bien ha hecho a nuestro parlamentarismo, portando bajo su brazo un libro en paperback edition titulado ‘Lo que usted querría saber de los toros y nunca se atrevió a preguntar’, o cosa así. Será en la lectura de esas páginas donde abrevará la despierta mente del Secretario de Estado para tratar de hallar la respuesta a las grandes cuestiones que acucian en la actualidad al mundo de la tauromaquia: ¿Recibirá José Tomás también el Prestigioso (y Pingüe) Premio Paquiro 2012? ¿Habrá que ir evolucionando hacia la fiesta sin muerte, siguiendo el ejemplo que ya empieza a correr por América? ¿Los niños gallegos votantes del PP podrán entrar en las plazas de toros? ¿Se restaurará la tauromaquia en Catalandia? ¿Es lícito fumar un puro en los toros? ¿Qué hacemos con el Iva? ¿Cuántos toros salen normalmente en una corrida? ¿Ponemos al hijo de Michelín como interlocutor ministerial válido para la cosa cultural?
Si Lasalle conociese a Jorge Laverón, éste posiblemente le habría dicho que para saber de los toros le hubiese resultado más útil simplemente la lectura de ‘Rinconete y Cortadillo’, pero Lasalle aún está en el mito de Picasso y de Goya, que jamás retrataron a un apoderado.
Dice un amigo mío que Lassalle guarda un parecido con Jorge Laverón, pero eso es un imposible ontológico, porque Laverón es un ser necesario y, sin embargo, Lassalle es pura contingencia, si seguimos a Tomás de Aquino.
Ahora, más allá de los parecidos razonables, sus vidas tan remotas entre sí tendrán un levísimo roce, pues Lassalle es el que se encarga desde hace unos días del negociado de la cosa taurina, digamos de la cosa taurinesca, que el uro llegó a la jurisdicción de la cultura a base de tumbos, burla burlando.
Y ahora, frente a esa especie de cultura administrativa que se sustancia en la pena mora de las tristes desgravaciones del Iva o en la piñata de las subvenciones a las diversas órdenes mendicantes de nuestra época (Poetas, Cineros, Literatos, Performers, Teatreros, Editores…) Jorge Laverón representa la mayor cultura taurina que uno conoce, esa nobiliaria cultura que siendo docta y erudita no renuncia nunca a ser juguetona, que tiene un pie en la Academia y el otro en la Taberna, la que prefiere postergar la filosofía a la vida.
Sin embargo, como la cosa cultural de Lasalle tuerce más por lo libresco, el hombre se ha comprado un libro para ver si se entera de qué va el negociado éste de taurinerías que le ha caído en suerte entre el gordo de Navidad y el del Niño. El otro día, tras los fastos de la entronización de Mariano I El Silente, se acerca el hombre al bar del Congreso de los Diputados a refrescarse el gaznate o acaso a tomar el consuetudinario cafelito, pues es sabido que desde los años treinta ya no sirven los ujieres del Congreso el agua con azucarillo que tanto bien ha hecho a nuestro parlamentarismo, portando bajo su brazo un libro en paperback edition titulado ‘Lo que usted querría saber de los toros y nunca se atrevió a preguntar’, o cosa así. Será en la lectura de esas páginas donde abrevará la despierta mente del Secretario de Estado para tratar de hallar la respuesta a las grandes cuestiones que acucian en la actualidad al mundo de la tauromaquia: ¿Recibirá José Tomás también el Prestigioso (y Pingüe) Premio Paquiro 2012? ¿Habrá que ir evolucionando hacia la fiesta sin muerte, siguiendo el ejemplo que ya empieza a correr por América? ¿Los niños gallegos votantes del PP podrán entrar en las plazas de toros? ¿Se restaurará la tauromaquia en Catalandia? ¿Es lícito fumar un puro en los toros? ¿Qué hacemos con el Iva? ¿Cuántos toros salen normalmente en una corrida? ¿Ponemos al hijo de Michelín como interlocutor ministerial válido para la cosa cultural?
Si Lasalle conociese a Jorge Laverón, éste posiblemente le habría dicho que para saber de los toros le hubiese resultado más útil simplemente la lectura de ‘Rinconete y Cortadillo’, pero Lasalle aún está en el mito de Picasso y de Goya, que jamás retrataron a un apoderado.