Ampara mi leve vida,
acompáñame en la muerte...
acompáñame en la muerte...
José Ramón Márquez
Ahora, como anticipo de lo que serán en su día las ‘corridas sin muerte’, lo que realmente se estila son las ‘corridas sin susto’. Como los públicos se extasían con lo cultural, o bien con el ‘arte’ o bien con el ‘poder’, sobra el susto, que es manifestación puramente animal que no lleva a ningún lado.
Susto es lo que no le metieron al de Velilla los torillos del domingo pasado, el Montecristo y el de De la Mora en la Monumental de México, gala festivalera retratada estupendamente en su pura esencia por el cronista de La Jornada, Leonardo Páez, en este magistral párrafo: “El Juli, maestro de tauromaquia de muy altos vuelos ante lo que le pongan enfrente, pero sin tener una idea clara del grave momento que vive la fiesta de los toros en el mundo, continúa viniendo a hacer la América y a abusar del público sencillo que con capacidad de pagar carece de medios para exigir”.
Esas acertadas palabras de Leonardo confirman de manera descarnada la impresión que desde aquí se tiene de la penosa deriva que va tomando el espectáculo taurino en la América y gratifican en la sorpresa de descubrir que al menos hay algunos que se mantienen, proclamando con independencia de criterio, en la defensa auténtica de la Fiesta, la que se basa en la verdad y en la no adulteración del espectáculo.
Chocan de manera frontal las palabras del cronista de La Jornada con las repugnantes reseñas hagiográficas que de manera constante le dedican a Julián los habituales medios españoles dedicados al agit prop juliano, vendiendo de manera acrítica y torticera faenones y portentos, robos e invenciones que han dado como resultado el que a July se le dé la consideración de torero poderoso por una masa de espectadores, sin reparar en que prácticamente nunca jamás se ha enfrentado a nada a lo que hubiese que poder. Y es que ese poder que le atribuyen sus propagandistas (¿julygans?) no tiene sustancia alguna, pues no nace del titánico esfuerzo que supone sobreponerse, en primer lugar, al miedo que produce la fiera, sino bien al contrario del puro juego circense de andar haciendo monerías con un bichejo, trayéndolo de acá para allá hasta que o bien el torero o bien el bicho o bien ambos se aburren.
Julián proclamó hace unos días que deseaba encerrarse con los Miura en Sevilla, así que ahí estamos esperándole, a ver si la cosa se concreta de verdad o se queda todo en una ‘serpiente de invierno’ para salir en los periódicos; aunque estamos un poco con la mosca detrás de la oreja de que si la cosa se concreta, el Domingo de Feria al final echen al corral a los Miura de July para sacarle dos juampedretes liofilizados que tengan por allí.
Domingo Valderrama, que a diferencia de July sabe muy bien lo que son los Miura, que sabe lo que es sobreponerse al miedo, que ha tenido el asta de uno de los de Zahariche bien dentro de su muslo, cornadón a la verónica, y que ejecuta el volapié de manera muy pura y ortodoxa, se ha pedido también la de Miura para despedirse, como un tío, de Sevilla.
Sería estupendo poder ver a Julián y a Domingo frente a frente: el que todo le ha venido rodado frente al que todo le ha sido hostil. Un momento estupendo para aclarar conceptos.
Julipié que ni Gallito
Domingo Valderrama
Lo que va de un Domingo de Resurrección en Sevilla
a un Domingo Valderrama en Pamplona