Pearl Harbor
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La animadora cultural Paz Padilla no recomienda viajar a los Estados Unidos porque allí “no hay cultura”.
Lo que esta Paz sin par quiere decir es que en América no tienen Telecinco.
En América tienen… Pearl Harbor, que está en Hawai.
Aquí, lo más parecido a Pearl Harbor es la huelga del Metro en Madrid, que viene de que la derecha no se atreve a aplicar en el subsuelo la solución de Rubalcaba en el cielo: militarización del servicio (¡ay, aquellas tanquetas por Barajas!) y procesamiento de los huelguistas por sedición.
Y lo más parecido a Hawai (pero el día del ataque a Pearl Harbor) es el Halloween en el Madrid-Arena, con un personaje nuevo, el chófer que atendía la centralita del Samur, que pone en peor situación a Villanueva, el vicealcalde dedicado a emocionar a Spielberg.
–No tengo don de palabra –se justifica el chófer.
Es natural. En el mundo de los chóferes, lo que más se valora es la discreción: para hablar está el GPS. O Lobato, si nos vamos a lo chóferes de primera, que son los de la Fórmula 1.
En una palabra: un chófer no es un tertuliano.
El chófer de la noche de Halloween es el teniente Tyler del día de Pearl Harbor.
Era domingo en Hawai. Con 96 buques anclados en el puerto, el comandante de la flota del Pacífico, Kimmel, jugaba al golf. Ante la actividad naval de los japoneses, Kimmel consultó sobre la probabilidad de un ataque en Honolulu. “Ninguna”, le dijeron. Cuando los aviones japoneses entraron en el radar, Tyler, oficial de servicio del Centro de Información, prefirió creer que eran amigos, y pronunció la frase inmortal: “Bueno, no hay que preocuparse por esto.” Treinta minutos más tarde, la aviación japonesa destruía Pearl Harbor.
En la movida del Halloween, visto lo visto (la labia de Villanueva y la media lengua del chófer), la cuestión ante tanta incompetencia es qué hacía Villanueva que no estaba en la centralita del Samur y qué hacía el chófer que no estaba de portavoz municipal.