lunes, 7 de enero de 2013

Capitanes y reyes

Íker, camino del banquillo en plan Burbuja Freixenet


Adán, de cuya costilla salió un penalti con expulsión, y Cristiano, siempre rey y ayer capitán

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En su berrea contra Mourinho, la prensa deportiva, que se arroga la representación de toda la sociedad (ella sabrá por qué), se ha encasillado en Casillas, que ya no nos es presentado como el yerno de España, una cosa vulgar al fin y al cabo, sino como la sor María Jesús de Ágreda del “Sagrado Inexpugnable Muro de la Mystica Ciudad de Dios”, con toques de madre Ráfols, por su fraternidad con Xavi, para extremar aún más la devoción de los piperos.

    España es así, señora.

    En tiempo de perturbación, cuando las cosas cambian contra los intereses de uno, se apela al cielo, pero a la manera española, que es la del cura trabucaire, con su palurdismo y su xenofobia.
    
Para el madridismo sentimental, el Waterloo de Casillas ocurrió la noche del City en el Bernabéu, donde recibió dos goles de jaque mate pastor y saludó con desolada indiferencia el gol de la remontada de Cristiano en el tiempo de descuento.
    
Esa misma noche, Mourinho hizo suyo el lema de Bernabéu: “Señorío es morir en el campo”.
    
Esa misma noche, el periodismo ultramontano buscó un par de excusas para Casillas: el portero no había reaccionado al gol de último aliento de Cristiano por el abatimiento en que lo tenían sumido dos hechos tremendos: la muerte de un niño polaco conocido suyo, cosa de la cual no se había enterado (lo que refuerza el carácter milagrero del casillerío), y el robo de una talla de la Virgen de Navalacruz, su otro pueblo.

    –Los que estamos dentro del deporte aprendemos que las excusas no valen –tiene dicho el ex portero Zubizarreta–. Eso me lo enseñó Iríbar cuando tenía 19 años y se me quedó.

    ¡Iríbar!

    –Iríbar no sufrió lo que sufre Íker –dicen en un púlpito carlista, hablando de la suplencia de Casillas, amarrado al duro banco de una galera turquesca.

    A Iríbar yo lo vi por primera vez en Burgos la tarde en que se hundió la grada del Fondo Norte, aplastando el coche del torero Antonio Ordóñez, que estaba estacionado a la sombra de “El Plantío”: con la ayuda de mi amigo Izquierdo, he conseguido recordar que Olalde le rompió la mano de un balonazo y fue sustituido por Marro, que era el Adán de “El Chopo”.
    
Marro por Iríbar fue el momento en que a los niños “se nos jodió el Perú”, como les pasa ahora con Adán por Casillas a lo piperos, para quienes el Madrid está por encima de Mou, pero por debajo de Casillas, aunque en su contra tienen la edad: no es lo mismo llorar con doce años por Iríbar que hacerlo con cuarenta por Casillas.

    A los que lloramos con Iríbar la tontuna se nos quitó viendo a Richard Jordan en “Capitanes y reyes”, y no hay espacio en este folio (por ahí andarán la serie y la novela) para decir por qué.
    
El caso es que, igual que asocio por un accidente a Iríbar con Ordóñez, por una visión asocio a Casillas con Joselito (Pepito para los puristas) Arroyo: aquella fascinación de yerno para las madres; aquel “tragicismo” como de beodo meando al andarle al toro; aquella forma de refunfuñar para disimular los errores, apaleando la muleta con el estoque…


Prodigio en el cielo a la hora del partido

EL SIGLO
Una logia futbolera ha elegido por quinta vez Mejor Portero del Mundo a Casillas, que está a un punto, que es decir a un tris, de erigirse en el Mejor Portero del Siglo… XXI, es decir, de los últimos trece años, títulos que la posmodernidad republicana, huérfana de grandes relatos, valora mucho. La nobleza de sangre, que es la real, sustituida por la nobleza de encuesta, que es la democrática. Para la primera contaban los méritos de guerra. Para la segunda, basta con caerle bien (de ahí la importancia mediática) a un comisario pipero. El pueblo votó por Kaká.


El árbitro, otro regalo de Villar y Arminio al Bernabéu