Sospechosos habituales
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
La ejecutoria crepuscular de Rubalcaba va desnudando cruelmente aquella falacia exitosa de su astucia como de primate mitológico y asentando en cambio la constatación de un Fouché comprado en los chinos, en cuño de Ruiz Quintano. Ahora vemos claro que el velocista de Solares, venero de agua clara, se empecinó contra natura en mutar a fondista reumático del PSOE, pantano donde bajo su hégira toda corrupción ha hecho su asiento. ¿Quién teme ya a Rubalcaba, aquel cuyo ojo comunicaba con la alcantarilla del Estado y cuya palabra se hacía editorial global en español? Por un tiempo el articulismo se hizo ilusiones con la presencia maquiavélica de un malo imponente, y todos hemos atribuido con orgullo las interferencias durante una conversación telefónica con un juez al pinchazo tremendo de la stasi de los anacletos rubalcábicos. Pero quia. De aquella maldad pop solamente queda una demagogia grosera:
—Yo gano 55.849 euros sin dietas, y el sueldo de Rajoy en la oposición era de 135.416. El problema no es que Rajoy gane mucho más que yo cuando estaba en mi puesto, sino cómo explica esa diferencia cuando sabemos el origen turbio de los dineros del Partido Popular que manejaba el señor Bárcenas…
Cosa más chusca, oigan. En primer lugar, la maña para infundir sospechas de don Alfredo no es lo que era; no se ha ocupado de renovar el repertorio y la gente, cuando oye ese sonsonete confianzudo como de director de tesis en zapatillas de felpa y observa su gesto manual de pinzamiento frenético, ya no puede evitar pensar en José Mota.
—Yo gano 55.849 euros sin dietas, y el sueldo de Rajoy en la oposición era de 135.416. El problema no es que Rajoy gane mucho más que yo cuando estaba en mi puesto, sino cómo explica esa diferencia cuando sabemos el origen turbio de los dineros del Partido Popular que manejaba el señor Bárcenas…
Cosa más chusca, oigan. En primer lugar, la maña para infundir sospechas de don Alfredo no es lo que era; no se ha ocupado de renovar el repertorio y la gente, cuando oye ese sonsonete confianzudo como de director de tesis en zapatillas de felpa y observa su gesto manual de pinzamiento frenético, ya no puede evitar pensar en José Mota.
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