Arminio y la periferia de Messi
Pepe Campos
Profesor de Cultura Española
en la Universidad de Kaohsiung, Taiwan
en la Universidad de Kaohsiung, Taiwan
De siempre, en fútbol, en España, en Europa, el enemigo a batir fue el Real Madrid, pero en esta temporada 2012-2013 ha aparecido una saña especial para lograrlo que no sé si podríamos llamar, dentro de nuestro pequeño mundo patrio, de exaltación nacionalista, y un entregarse a la periferia, como reflejo de la vida política que nos acompaña. La dureza con la que se emplean ciertos equipos ante los jugadores del Madrid es realmente asombrosa. Un simple ejemplo de ello de lo que he podido ver se produjo en el partido con el Levante, un encuentro aquél plagado de acciones violentas, antideportivas, histéricas, con una alteración de ánimos de los futbolistas valencianos, que contrastó, por haber estado después totalmente ausente, con el plácido partido de entrenamiento que el equipo levantino planteó con el Barcelona.
En este duelo, al que dicen que es el mejor jugador de la historia, le dejaron deambular por el campo a sus anchas. Un dato curioso, este último, del fútbol de hoy, donde se reitera que ya no hay espacios, el hecho que sea cierto que un jugador reciba el balón con tanta facilidad para jugar, sin esforzarse ni lo más mínimo, que pueda acomodarse siempre el balón sin apreturas, que se le deje distribuirlo a modo, y que ensaye cualquier tipo de acción con distancias de por medio, con espacios, con tiempo para pensar. Todo esto asombra y llama la atención. Es un misterio. El misterio de la defensa en zona. Bajo el lema de todos en zona, ninguno sobre él, para que Leo Messi triunfe. Una falta de orgullo en los jugadores actuales que apuntaba un año atrás Claudio Gentile. Además de que esté prohibido tocarle a este chico, pero no a otros.
Tal vez, ahora, conseguida la marca mundial de goles por parte de Messi, con la ausencia de un título de valía y con muchos partidos de relleno, podamos volver a una normalidad futbolística, aunque esto siempre dependerá de que surjan nuevos retos político-deportivos, nuevas sañas, como por ejemplo, evitar la décima del Real Madrid. Es decir, no es la cuestión que el equipo madrileño lo logre en esta temporada, como Messi con sus records, sino que el equipo merengue no lo alcance. Mientras, por lo pronto, llegará otro premio, ya decidido, el de darle por cuarta vez el Balón de Oro a un jugador. Una exageración, que ha tapado durante este espacio de tiempo a jugadores de España, si bien, a muchos de ellos, ha parecido, parece, que les molesta serlo, y por eso es mejor dar el prestigioso galardón a otro jugador, y que sea foráneo, aunque del propio sistema, para que no se haga con la mención de su nombre ninguna referencia a la Nación que ha liderado el fútbol mundial en los últimos cuatro años.
En el fútbol que vivimos se produce una singular paradoja. Así, en tanto un club es favorecido por considerársele el mejor, y por representar, se dice, todos aquellos valores que lideran a la sociedad que se quiere modelar. Lo que se denominaría lo sigilosamente adecuado. Por contra, la selección que es estimada como la mejor, ve que se le ponen las cosas difíciles, y que al nivel individual sus jugadores no obtienen reconocimientos, ni para aquellos que los aceptarían de buen grado, ni, por supuesto, para los que no están por la labor de defender con orgullo un escudo y una bandera, en tiempos de saña nacionalista.