viernes, 9 de abril de 2010

BOXEO: LOS VIERNES DEL CAMPO DEL GAS, XI



AD WOLGAST VS. KNOCKOUT BROWN
3 de marzo de 1911

Nat Fleischer

Una pelea de pesos ligeros que dejó una profunda impresión fue la del campeón Ad Wolgast con Knockout Brown en Nueva York, escenificada en el National Sporting Club en la época en que la Ley Frawley no permitía decisiones.

Fue un viernes cuando se enfrentaron estos dos toritos bravos ante una casa repleta. La pelea suscitaba el interés de toda la nación, por el match que ambos habían sostenido veinticinco días antes, concertado a diez asaltos, en Filadelfia. De haberse permitido una decisión, Brown habría emergido como el nuevo campeón al terminar el sexto asalto, que fue el último de ese primer choque. Wolgast no estaba contento con su actuación de Filadelfia y Dan Morgan, en representación de Brown, de buena gana le concedió un nuevo combate en Nueva York. Pese a que la ley no permitía un veredicto tampoco en la urbe, Morgan confiaba en que Wolgast perdiera su corona por nocao.

Aunque la pelea llegó al límite de diez asaltos, hubo en ella de todo lo que pudiera pedir un fanático. Wolgast, quien ostentaba la corona que una vez lucieron héroes como Battling, Nelson, Joe Gans, Kid Lavigne, Frank Erne y Jack McAuliffe, fue superado en pegada y viveza por aquel pelirrojo neoyorquino bizco que peleaba a la zurda y confundía con su mirar equívoco.

Nunca subió a un ring un campeón más ardoroso. Wolgast se proponía demostrar a los neoyorquinos que era el verdadero amo de la división, pero pronto descubrió que tenía que hacer uso de todo su ingenio y su arte, su pegada y su energía para mantenerse sobre sus pies. Brown llevó casi siempre la voz cantante, fue el que más duro pegó, se mantuvo al ataque durante la mayor parte del combate.

En el segundo asalto, Brown rompió la defensa con izquierdas al estómago que hicieron sólido impacto. Wolgast se inclinó para protegerse y recibió una izquierda a la mandíbula que lo puso a bailar. Morgan le gritó a Brown para que rematara, pero el neoyorquino, lerdo de mente y poco seguro de sí mismo, dio un paso atrás y esperó, en lugar de lanzar otro golpe que habría terminado el combate. Su vacilación le costó el título.

Wolgast estaba dormido sobre sus pies. No tenía idea de dónde se hallaba, pero Brown, al parecer, tampoco lo sabía, porque cuando quiso seguir las instrucciones de Morgan se lanzó a una orgía de uppercuts y ganchos que llegaron a todas partes excepto donde podían hacer daño. Cometió otro error al acercarse demasiado, con lo que dio a Wolgast la oportunidad de agarrarse. Cuando finalmente el árbitro pudo separarlos, Wolgast sabía ya dónde estaba y se le había aclarado la mente.

Brown cargó de nuevo, esta vez como un toro enloquecido, mas el campeón esquivó sus golpes y lo entretuvo con varios clinches hasta que sonó la campana. Brown había estado a un pelo de la corona en ese asalto, el más furioso de la pelea. Pero hubo abundancia de momentos excitantes en los nueve asaltos restantes. Wolgast, duro como el que más, era un fajador incansable y el vapuleo del primer asalto no le restó mucha velocidad.

Después del combate fui al cubículo de Wolgast para entrevistarlo. Me dijo:

-Ese estilo zurdo me desconcertó bastante. Yo hice parte de mi entrenamiento con un zurdo, pero Brown me tenía confundido. No podía descifrarlo. Entre ese estilo zurdo y sus ojos, nunca podía yo saber adónde iba a dirigir sus golpes y no podía bloquearlos.

El campeón estaba disgustado. Había recibido un castigo que no esperaba. En cuanto a Brown, aquélla fue la vez que más cerca estuvo de la corona, aunque dio grandes batallas y fue uno de los mejores del mundo en la división ligera. Cuando Morgan le preguntó por qué no había rematado a Wolgast al tenerlo a su merced, dijo:

-Creía que estaba tratando de meterme en una trampa para liquidarme...