martes, 5 de febrero de 2013

Bárcenas

John Barr

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Soy español: ¿a qué quieres que te gane?

    A corrupción, no.

    A corrupción nos ganan todos los países del entorno, sólo que ellos no se hacen los interesantes.
    
Ahora, de los creadores de “Suicidas en calzoncillos” y “Chávez entubado”, nos llega “Las cuentas de Bárcenas”, que en palabras de García Domínguez no es más que un remake financiero-contable de “Los protocolos de los sabios de Sión”, con Manolo Vicent, que ha cogido la perra del cortijo, el caballo y la pistola, transformando apuntes contables en poesía social.
    
Contempladme / hijos del campo, dinastía muda: / vengo a traeros el cerezo herido
    
¿Será Bárcenas uno de aquellos poetas de negocios que decía Cocteau?
    
Los hombres de negocios –dice Cocteau en Sevilla– se sorprenden cuando les explico que su prestigio se debe más a una poesía secreta que se expresara en cifras que a su habilidad para timar a sus semejantes.
    
Yo he visto a Bárcenas una vez en mi vida, y no me pareció un John Barr, primer hombre de negocios (consejero financiero en Wall Street) que presidió la Poetry Society of America, donde se veía a sí mismo “como alguien errando por el mundo y transformando lo que veo en dinero y poesía”.
    
Fue en un restaurante castizo y reparé en él porque no sabía a quién me recordaba más, si a Paulie Gualtieri o a Didier Deschamps.
    
No es ningún famoso –me dijeron–. Lleva cuentas en el PP.
    
¡Y qué cuentas!
    
Cuentas de gran capitán, mas no a lo Fernández de Córdoba en Italia, sino a lo capitán Portela en Brandón, parroquia de Pontevedra, un don Juan que apuntaba en un cuaderno el nombre de sus víctimas y el lugar del sacrificio.

    –¡Tú qué vas a decir! ¡Si tú estás en el libro del capitán Portela!... –le dijo en el mercado un campesino enfurecido a una aldeana ofensiva para zanjar una disputa teológica que presenció Julio Camba.
    
¿Era verdad lo que decía el libro del capitán Portela o se trataba de un caso de vanidad póstuma?

    Lo que más convenga a Rubalcaba.