viernes, 1 de mayo de 2015

La paella



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El Boe es esa publicación del Estado que el felipismo, con la cosa del tráfico de papel, dejó tiritando. Para evitar más tentaciones, el Boe abandonó el papel y se pasó al digital, como Ramírez, donde se busca la vida con exclusivas como la de este martes, una Ley de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano, firmada por Alberto Fabra.

Valencia es para mí la tierra adonde mis padres fueron de Burgos a morir, como el Cid. En Valencia nació la palabra “pipero”, pillada al vuelo por Hughes, que es de allí. Y lo más hondo que se ha dicho de unas “Señas de Identidad” lo escribió, de Valencia, buscando a Solana (“¿Acaso no veis en Solana, amigos valencianos, el mejor pintor valenciano que habéis tenido desde Ribera?”), Gecé, allá por el 31, en su maravilloso “Trabalenguas sobre España: itinerarios de touring-car”.
Valencia vista de veras es archiburguesa, pulcra, amable, oronda, regordeta, feliz.
A la Valencia de Blasco lbáñez, de los Benlliure y de miss España (Pepita Samper), Gecé iba con un demoliberal que le contaba los sucesos “con esa falsa superioridad pacifista y humanitaria del que tiene del pueblo una visión de café, de ateneo, de periódico, de contrabarrera en los toros”… En una palabra, de Ley de Fabra, agarrada a san Vicente Ferrer, “cuyo prestigio –dice el Boe– ha trascendido más allá de nuestro territorio”.
¡San Vicente Ferrer, ese verbo arrebatador que derrotaba a todos los capitalistas del tiempo haciendo conversiones de judíos a la social democracia cristiana! –exclama Gecé.
Pero lo que el Boe decreta es el reconocimiento de la paella (letra “p” del título primero), con su Observatorio y sus subvenciones, a desarrollar en el Reglamento de Organización y Funcionamiento del Observatorio de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano.

El arroz lo admite todo y no necesita nada –dijo don Eugenio d’Ors en la tertulia de Cañabate–. Ésta es la amplia fórmula de la paella.