Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Rubalcaba es lo que en el nuevo lenguaje de la izquierda exquisita se llama un “artefacto humano” del socialismo.
Rubalcaba pertenece a una generación de logreros para los cuales ser malo era la manera de ser listo.
Iba de muy malo y así pasaba por muy listo.
Un Fouché comprado en los chinos.
La edad ha cambiado su gesto de castor por otro de pavo de la pavera que retrató Alfonso en la plaza de Santa Cruz. Rubalcaba, hoy, más que hablar, gluglutea, mientras se agarra las manitas de arrear capones como temeroso de que, a mano suelta, se le escape un sosquín al monaguillo que no es.
El tiempo nos ha revelado en Rubalcaba, no al atractivo calavera que todos nos vendían, sino al pobre veleta que nadie compra.
Camino de Ciudad Rodrigo, capital del carnaval del toro, donde espero ver otra vez al Zanahorio pegando naturales bajo los copos a un cinqueño de Guardiola, veo que Rubalcaba votará contra la declaración de la tauromaquia como Bien de Interés Cultural.
Tampoco es que la tauromaquia necesite del aval cultural de un Rubalcaba para trascender.
Pero molesta a la inteligencia que alguien con voz y voto en la política no sepa comportarse como un caballero de su edad.
Rubalcaba presidía el ministerio del Interior que traspasó las competencias taurinas al de Cultura.
–Entendida la tauromaquia como una disciplina artística y un producto cultural… –arranca el real decreto zapateril–, se traspasan al ministerio de Cultura las funciones que hasta ahora detentaba el ministerio del Interior…
La redacción del decreto, con ese “detentaba” en medio, parece cosa de alguno de los cabestros que pastorea Florito en Las Ventas.
“Detentar” es, según la vieja Academia, retener o poseer uno sin derecho lo que no le pertenece, y eso haría de Rubalcaba un detentador tremendo, pero sus amigos académicos son tan progresistas y ayunos de gramática como él y no dudarán en firmarle el aval al Tío Veleta.