Umbral y Pitita
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Poco más de 500 euros se va a dejar cada español en una Navidad que parece vigilia.
Vigilia por el euro, al modo de la de Sean Penn por Chávez en La Paz boliviana/bolivariana, que suena a cena de Umbral en casa de Pitita.
Las noticias nos pintan a un Penn pertrechado de velas y banderas con la embajadora Crisbeylee (la “mujer/casi” que diría Ortega, que fue quien dijo que el embajador es el “hombre/casi”) y la ministra de Transparencia y Lucha contra la Corrupción de Evo Morales, Nardi Suxo.
–Gracias, Sean.
–Gracias, Nardi. Gracias Crisbeylee.
Total, que este año, en vez de besugo, que es la carne de la Nochebuena, membrillo, que es la carne de la vigilia.
–¡Y pensar que esta carne puede comerse un día de vigilia! ¡Vamos, al Papa se le van las mejores! –suspiró Fernando Villalón ante un trozo de carne de membrillo.
Membrillo en familia, y luego, a solas, un cigarro en el portal, pues hoy es más fácil conseguir permiso para fumar en un restaurante que en casa.
Son los efectos de una ley fascistoide contra el tabaco: la sociedad, que ya era muy hipócrita, ahora es una tómbola de chivatos. Así que se fuma como se reza, corriendo la cortinilla, pero la derecha, tan hipocritona como la izquierda, no corregirá la ley a fin de granjearse esa leyenda de clandestinidad que en la farsa española suele ser tan apreciada.
–Ahora, Pemán, haremos como los predicadores –decía Millán Astray para hablar mal de Franco–. Echamos la cortinilla del Sagrario y ya podemos decir lo que queramos.
Querejeta y Garci se la jugaron con el franquismo arrojando octavillas al Metro. Con los hombres de Villanueva, el viceacalde que emocionó a Spielberg con su mano dura, se la juega uno echando un cigarro en cualquier restaurante sin cortinilla.