Gabriel Campillo
La cualidad más importante que un boxeador puede tener, esa que definitivamente le acerca a reclamar su parte de gloria, no es ni siquiera una aptitud física. Se trata más bien de un estado psicológico; una cualidad mental que conocemos como perseverancia.
Esa que le hará falta cuando se caigan combates, cuando se pierdan oportunidades, cuando se sufran robos, cuando los resultados no acompañen y parezca que todo es inútil, y que la mejor opción sería 'tirar la toalla' y apostar por algo más seguro que un sueño deportivo. Cuántos compañeros he visto quedarse en el camino, algunos llamados a hacer grandes cosas, con una capacidad y cualidades fuera de lo común, y que simplemente renunciaron por carecer de la constancia necesaria. Y, sin embargo, otros, los a priori menos premiados en la lotería genética, continúan. Tienen el empuje, el coraje y la fe necesarios para sobreponerse de todas las adversidades. Siguen trabajando con determinación inquebrantable y, gracias a ello, acaban desarrollando cualidades que parecían fuera de su alcance.
Esa que le hará falta cuando se caigan combates, cuando se pierdan oportunidades, cuando se sufran robos, cuando los resultados no acompañen y parezca que todo es inútil, y que la mejor opción sería 'tirar la toalla' y apostar por algo más seguro que un sueño deportivo. Cuántos compañeros he visto quedarse en el camino, algunos llamados a hacer grandes cosas, con una capacidad y cualidades fuera de lo común, y que simplemente renunciaron por carecer de la constancia necesaria. Y, sin embargo, otros, los a priori menos premiados en la lotería genética, continúan. Tienen el empuje, el coraje y la fe necesarios para sobreponerse de todas las adversidades. Siguen trabajando con determinación inquebrantable y, gracias a ello, acaban desarrollando cualidades que parecían fuera de su alcance.
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