lunes, 4 de noviembre de 2019

Las zapas de Rivera


Rivera en zapas


Hughes
Abc

Nos hemos fijado en la escena de Rivera con el perro Lucas, y muy poco en sus zapatillas. Yo tengo unas zapatillas parecidas, de la misma marca, que me regalaron hace unos años. No me gustaba ir con zapatillas, pero una vez puestas me encantaron. Me sentí de repente a la moda, moderno, y además eran muy cómodas. Me vi más joven, la verdad. Salía de mí otro yo desenfadado.

Años después quise comprarme otro modelo de New Balance, aun a sabiendas de que las llevaba todo el mundo. Quería unas azules, pues soy de natural aburrido y tendente a lo oscuro, pero con un leve relieve de color. Las busqué alguna vez en Madrid y en Valencia, pero las encontré negras o llamativas o solamente azules. Desistí porque no me gusta ir de tiendas y me fui olvidando aunque alguna vez pensaba: Me tengo que comprar unas New Balance azules… Hasta que vi ayer a Rivera. Eran exactamente esas zapatillas, las suyas. Rivera llevaba las zapatillas que yo quise comprarme durante años. Me había clavado.

Rivera borda un cierto look con el que alguien como yo, partidario del normcore, del ir normal, se acaba identificando por pura dejadez.

Acabas vistiendo como Rivera. Somos todo Rivera. Este fue el gran mérito de Ciudadanos, y no su liberalismo de palo ni su multicentro. Ciudadanos no creó nada sino que más bien algo tomó forma en ellos. Ciudadanos es un tipo de español alrededor de los 40. Ni de derechas ni de izquierdas ni arriba ni abajo, ni mucho ni poco ni para comerse el coco (los Hombres G lo anticipaban), liberal, bueno, sí, como si los pantomima full se hubieran dedicado a hacer un programa político. Esas cosas que decimos todos. Cosas en las que nos reconocemos casi todos por defecto. Un partido por defecto. Para lo demás había que ponerse. O adoptar una posición de izquierdas o adoptar una posición de derechas. Ciudadanos es… lo que sale, lo que se ve, lo que está en los medios.

Cuando dicen que el IBEX lo creó, acabas pensando en la genialidad que sería, pues el IBEX ya nos “creó” a nosotros antes.

El producto no sociata de 40 años de postfranquismo socialista. La inercia de estructuración postfranquista de España con la inercia de desparrame neuronal de 40 años de PSOE. Es el partido para integrar políticamente de un modo más preciso a lo que ha salido de España en estas décadas: la propaganda socialista más el mundo Aznar, la cultura socialista Babélica-humorística con el liberalismo y el patriotismo constitucional habermasiano-pucelano más el detalle chic artístico y aspiracional de raíz catalana como espuma de lo sublime. Es decir, nuestras teles, nuestros escritores, nuestra cultura o la ausencia de ella. Somos liberales, pero a libertades (a disfrutar) no nos gana nadie.

Todo ya en un entorno urbano. La España ya emigrada.

El aspecto es importante. No parecer encuadrado en ninguna de las camadas organizativas de la derecha tradicional. No ser un pijo de borla, no ser un coñazo de mocasín. Con las zapatillas de Rivera puedes ir a tomar unas cervezas oyendo a un grupo, a una reunión de trabajo o a una cita romántica. Te gusta Oasis, te gusta Led Zeppelin. Representan el individuo urbano integrado-hedonista-masculino. Puedes ganar pasta en el trabajo y ser un disfrutón anclado emocionalmente en los 90. Llegar de la oficina y ser el alma de la fiesta. Puedes aspirar a presidir el país y seguir siendo juvenil. Por eso las llevamos todos. Somos formales, ganamos un poquito de dinero, pero oye, estamos en el toma y daca del mercado sexual, podemos echar un polvo enérgico (uno). Unas zapatillas de runner por fuera. De corredor que no corre mucho. Son unas zapatillas de virilidad. De lanzar un mensaje: soy activo, el corazón aún me late, soy moderno, soy lobezno, me gusta el rock y me gustas tú. Incorporo en mí un dinamismo muy urbano y actual y me siento bien conmigo mismo y con las cosas.

Hay una edad, un estado de madurez actual que son esas zapatillas. Un estado que aún no tiene nombre. No es tardolescencia. No. Otra cosa. ¿Madulescencia? En realidad son zapatillas de lo viejo-joven y de querer ser un poco audaz sin ser tampoco estiloso (hay algo vagamente italiano en llevarlas). Cuando los normales queremos ponernos italianos.
En España esas zapatillas exitosas se han llevado a una especie de centro urbanita. ¡Se han ciudadanizado!

House Sexta Temporada

Las zapatillas son una prenda de ejecutivo post-yuppie. Son, en general, una extensión del éxito. Una visión social del éxito. Se las ponía Steve Jobs, los muy ricos por encima de todo. Los que podían permitirse el lujo porque nadie les tosería. Los ejecutivos de Silicon Valley irían con ellas al principio. Cuando las llevamos todos estamos mandando, de alguna forma, el reflejo ingenuo de ese éxito corporativo. Nos imbuimos de esa cultura y filosofía. Es un calzado cómodo y de satisfacción con el mundo. De pisa con garbo. Pero ¿es así? ¿Cuándo obtuvimos la suficiente confianza o la suficiente desenvoltura como para ir a los sitios con zapatillas? Mi comodidad, decimos, no está reñido con mi respeto por ti ni por las convenciones. Es un calzado de joven triunfador urbano, pero cuando las lleva todo el mundo… ¿de qué clase de triunfo estamos hablando? Es el calzado del que cree en las bondades participativas del sistema. Del satisfecho, del poco crítico. Del realmente des-enfadado. Estoy cómodo, estás diciendo. Te pones esas zapatillas y ¡es que estás cómodo!

Aquí zapatillas llevaba Emilio Aragón. Es estremecedor pensar que en España todos hemos acabado vistiendo como Milikitos, con americana y zapatillas, la versión masculina del arreglao pero informal de Martirio.

En estas últimos 25 años nos hemos hecho todos Milikito.

El regalo de mis primeras New Balance me cambió. Cambié mi calzado. Dejé lo formal por lo informal. Mi novia de entonces lo hizo pensando en mí. Paco, te tienes que actualizar. Me di cuenta de que si no quería desentonar tenía que ponerme zapatillas. Aquí con 50 años se es joven si se llevan unas zapatillas. Y aquí sólo se puede ser joven. Es lo que han visto los más listos (los listos), que van de jóvenes eternos. Tampoco tiene mucho sentido ir con zapato duro si todo el mundo pisa blando. Es, la verdad, hacer el gilipollas. Pronto, los jubilados llevarán jeans y zapatillas, como si todos fueran Escohotado. La siniestra juventud perpetua, y el desenfado frívolo (mas no freevolo) exige las zapatillas. Con una chupa y unas zapas puedes perpetuar tu juventud e imponérsela a los demás.

Las zapatillas son también la forma de perpetuar el vaquero, que es, a partir de cierta edad, un problema acuciante. ¿Qué ponerse, si no? Una generación que ante la tesitura de tener que elegir por el pantalón de vestir prolonga los jeans mediante las zapatillas. El correlato es que del mundo cultural anglosajón ya no salimos. Acabamos.

Rivera en zapos