miércoles, 1 de julio de 2009

EL CID LLEGA A BURGOS



En el día del Beato Padre Damián de Molokai, El Cid llega a Burgos, y con El Cid, unos amigos de la pureza en los valores eternos: el toreo al natural de Manuel Jesús y el lechazo churro de Villadiego, bien sobre la honrada mesa de Casa Antón, en Lerma, que permite despejar luego una cabezadita, siesta, pigazo o pigacín en los mullidos sofás del Parador Nacional, bien sobre la mesa conventual de Casa Pancho, en Burgos, que da paso luego a una siesta del carnero en un banco del Espolón, a la sombra de los castaños pilongos, antes de tirar, con las peñas y charangas de San Pedro y San Pablo, camino de la plaza, Arlanzón arriba, bajo la capa de la estatua municipal del Campeador, obra, ay, de Juanito Cristóbal.

–¿Sabes lo que quiero? –le pregunta Juanito Cristóbal a Cañabate–. Una cabeza poética, como si fuera un verso del Poema del Cid. ¿Tú has leído el Poema del Cid?

–Yo no.

–Ni yo tampoco. El Poema del Cid no lo han leído más que don Marcelino Menéndez y Pelayo, don Ramón Menéndez Pidal, don Alejandro Pidal y ni un solo Menéndez y ni un solo Pidal más. Pero no importa. Su cabeza será como un verso, como su mejor verso.

Y sólo por eso, cada año, por San Pedro y San Pablo, si torea el Cid, vamos a Burgos, que es nuestro pueblo.