lunes, 14 de abril de 2025

Hughes. Alavés, 0; Real Madrid, 1. Conectar con un muslo



Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

Antes de empezar había sonrisas de Mbappé y Vinicius. No eran improcedentes, pero sí sorprendentes. El Madrid llevaba brazalete negro por el gran Leo Benhakker del que nunca supe ni sabré cuántas es y cuantas kas tenía en su nombre. Creo que es Beenhakker. Pero fue nuestro Leo Benjáquer, en parte culpable de una idea armonía inaugural. Nuestro nacer al madridismo era la idea mítica de las Copas de Europa y el recuerdo del juego alado, fulgurante, variado y divertido de su Madrid.


El Alavés salió presionando mucho. Una presión insultante. Y lo peor es que recuperaban. Es natural. Es ver a Fran García y te entran ganas de achuchar, de "encimar" que se dice ahora.


Ancelotti veía su obra desde el palco.


Jugaba de titular Tchouameni. El madridismo se debate con él entre el rechazo y la aceptación y dentro de la aceptación entre pronunciarlo Chuamení o Shuamení. Esta última podría ser la opción de consenso.


Pitaban a Asencio. Campo norteño. Cuanto más al norte está el campo, más feministas son.


Hubo pronto una ocasión de Güler. Llegó ante el portero, la rozó sin convicción pero fue "cribado" con un toque que contribuyó a su derribo. El árbitro no lo pitó. Y en la televisión empezaron a explicar no la acción sino la decisión del árbitro de modo que acabaron explicando no lo visto sino lo no-visto. De inmediato, interpretando la mímica arbitral, cambiaron la explicación: no se pitaba el penalti porque el portero saltó "en vertical". Apareció ante nosotros otro concepto: el derribo del portero no intencionado.




El penalti es lo de menos. Lo curioso es comprobar esa vocecilla narrativa. Es como los pinganillos que te dan para recorrer un museo, con toda la explicación oficial.


Rodrygo, que estaba donde Vinicius, inició alguno de sus sedosos slaloms, pero fueron falsa alarma.


En el 19, un gol de Asencio de cabeza fue anulado por falta de Rudiger, que le puso el culo al portero un poco ostensiblemente. Sobre todo para el narrador, que no cantó el gol sino, otra novedad, la invalidez aún no decretada de la jugada.


El Alaves terminaba en Kike García, delantero clásico que parece vasco pero es conquense.


El partido fue entrando en el aburrimiento. El Madrid se difuminaba en el mediocampo, como casi siempre y Camavinga aún resultaba vacilante e insuficiente. Luego mejoró.


En el 33 marcó el 0-1 en un tiro ajustado al borde del área tras combinación de Arda y Valverde. Camavinga no se lo pensó como otras veces, con ese toque último entre perfeccionista y tímido que le sobra siempre. Dejó correr la pelota y en cierto modo se liberó de sí mismo. Le pegó sin más.


El Alavés respondía sobre todo por donde Fran García, profundamente nocivo en todo.


Poco después del gol se borró Mbappé con una fuerte entrada sobre Blanco, el ex. "Roja indiscutible" sentenció el cantor. Y sí, fue una entrada muy fea, que pudo ser grave. Cuando se la han hecho a él fue de amarilla, cuando la hizo él, de roja. La sacó Soto Grado, que tiene un lejano aire a James Woods y una gestualidad que representa bien al colectivo.


Carletto vapeaba en su palco mientras el narrador televisivo dramatizaba la acción sin restricciones. Poco menos que está Gaza y luego la entrada de Mbappé. ¡Si ese pie hubiera estado apoyado, ahora habría hijos sin padre y una viuda!


O sea, antes del partido definitivo, el Madrid no sólo jugaba el domingo, además jugaría con diez.


Pero había algo raro y liberador. La sensación de que mejor sin Mbappé que con Mbappé y mejor con diez que con once. Es el estado espiritual perfecto antes de la remontada.


Después del descanso, el Alavés seguía inclinándose por su derecha, como era normal, y el Madrid se mostraba prudente y torpón; mejoraba cuando la tocaban Güler y Valverde, como en la jugada del gol. Estuvo muy vivo Arda en el control y el cambio de juego.


El cuerpo pedía a Endrick como a veces pide una fruta concreta en verano, con sabiduría. Pero más sabe Carletto por viejo que el cuerpo por pellejo.


El Alavés metía otra torre junto a Kike García y la clase de Rodrygo no servía para nada. Alguna finta, algún regate para luego caer cual bayeta (siento auténtica pena al escribir así).



Ancelotti sacó a Bellingham y a Vinicius, recibido con el deprimente cántico del "balón de playa". Al poco de salir arrancó con una carrera una roja para Manu Sánchez, que ya había calentado el tobillo de Valverde. Era el último hombre pero además entró a la altura de la rodilla, circunstancia evidente que no verbalizó el narrador para quien el defensa "conectó con el muslo" de Vinicius. ¿Qué es conectar con un muslo? ¿Sintonizarlo? ¿Pillarle el wifi? ¿Pensar mucho en el muslo, como si fuera un muslo de Norma Duval? ¿Es el muslo a la rodilla como Estados Unidos a México?


Se quedó con diez el Alavés y para colmo se le lesionó de inmediato Abqar (que no Aqbar). Seguían los gritos contra Asencio y tuvieron que emitir por los marcadores un mensaje con la palabra "xenofoboak".


Se temía más por la salud que por el resultado porque Tenaglia le buscaba los tobilloak a Bellingham.


Camavinga, de menos a más, se puso de lateral izquierdo y cumplió con alguna carrera rompedora y tacles-llave.


El Alaves perdía su poca mordiente y en el Madrid adquiría protagonismo Lucas Vázquez, a la vez capitán, lanzador, contragolpeador, defensa... Muchos planos eran para él, lo que generaba una irritación leve pero sostenida.


Vinicius le dio al final un gol a Belligham como se los da a Mbappé, tan claros que son regalos envenenados, y Owono (qué nombre para una compañía con la oferta total de móvil, televisión y fibra óptica) se lo paró. Ya en el descuento, Vinicius metió un turbo hilarante, de verdad, como cuando en El Coche Fantástico apretaban el balón. Extremo de combustión que convierte el horror ibérico en velocidad.


Gran noticia fue que entrara Ceballos. Si el Madrid supera al Arsenal...


Es raro que con 0-1 y en el descuento el realizador se entretuviera en el público. Pudimos ver así algunos rostros del respetable, sorprendidos de sí mismos en el marcador... "Anda, soy yo". Algunos ponían cara de no conocerse. El efecto de todo era como cuando en X se responde a un tuit ampliando la cara del autor.


Pero para plano el último: el de Lucas Vázquez, capitán-lanzador y mamá de Tarzán, pensándose la falta final. Apuntó a la escuadra (por supuesto) y no fue allí pero tampoco muy lejos.