martes, 15 de abril de 2025

El catecismo europeo


Madame de Staël

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La primavera nos ha traído el celo de Macron, pavoneándose como “coq” sobre alzas de la Unión Europea ante sus húsares del pan “pringáo”. Según el doctor Esquerdo, delirio de grandezas es la locura más frecuente, y Macron se cree Napoleón, aunque más grave parece lo de Sánchez, que se cree Luis de Guindos. La vanidad es la gran desgracia de los Estados de Partidos, pues ninguna cabeza, diría la Staël, contiene un principio estable y todas sueñan con los medios de adquirir poder “porque el poder lo es todo y las leyes no son nada”. Aquí hay tema, pero resulta humillante, por proverbial, la estupidez de nuestros piperos (comedores de pipas en tertulias del “Estáo”) encargados de despachar la opinión pública con los cuatro lugares comunes del Régimen, y las barras de los bares están atestadas de desayunadores “premium” con nómina de “lo público” interiorizando por las televisiones estatales la consigna “Trump ha perdido el sentido de la realidad”, y la realidad sería Macron. Claro, que entre Napoleón y Luis de Guindos, Napoleón.


Entre quienes mejor saben de Napoleón está, desde luego, la Staël, que se fijó en la querencia del corso por San Pablo, que dijo: “Respetad los poderes de la Tierra, pues todos los poderes vienen de Dios”. Bonaparte sería emperador “por la gracia de Dios”, expresión de humildad cristiana empleada hasta por el rey de Inglaterra, que rechaza el derecho divino con una ley que declara reos de alta traición a quienes así lo sostuvieren.


Sólo hay dos poderes en el mundo –escribió Napoleón a su amigo Fontanes, la espada y el espíritu. A la larga, la espada se ve siempre derrotada por el espíritu.


De la tragedia a la farsa. A falta de espada, Macron trata de imponer en la UE el espíritu del catecismo (copia del de Bossuet) del reinado de Bonaparte, con amenaza de penas eternas “a cuantos no amen ni defiendan la dinastía de Napoleón”. Pregunta: “Si no amáis a Napoleón y a su familia, ¿qué os pasará?" Respuesta: “Incurriremos en la condenación eterna”.


¿Había que creer –pregunta la Staël– que Bonaparte tendría a su disposición el infierno en el otro mundo porque estaba dando una idea de él en el de aquí?


Seguimos con el catecismo napoleónico (hoy, UE). Pregunta: “Cuáles son los deberes de los cristianos en relación con los príncipes que les gobiernan y cuáles en particular hacia Napoleón I, nuestro Emperador?” Respuesta: “Los cristianos deben a los príncipes que les gobiernan y, en particular, a Napoleón I, nuestro Emperador, el amor, el respeto, la obediencia, la fidelidad, el servicio militar, los tributos ordenados para la conservación y la defensa del imperio y su trono… Honrar y servir a nuestro Emperador es honrar y servir a Dios mismo”. En las madrasas liberalias ya no se estudia otra cosa.


“Alegres pagamos millones, / oímos a los bardos de la expiación”, saludo de Shylock que precedió en Schmitt la lectura del nuevo catecismo católico para Alemania Occidental.


[Martes, 8 de Abril]