Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sería cosa de los profesores, pero nunca pude con las matemáticas, marcado de por vida por el ridículo escolar de quedarme en blanco ante la autoridad que me pedía “despejar la equis” en un encerado. Y a la equis, sin embargo, debo casualidades maravillosas, como la afición a Valle-Inclán, sólo porque tenía dicho que él escapó a México “porque se escribe con equis”. A Cortés llegué por la atracción literaria de la equis en los nombres de los guerreros Xicotenga el Viejo y Xicotenga el Mozo. Ya en cutre, los noventa se nos fueron en despejar la equis con que Garzón señalara a Gonzalón, hasta que llegó Bacigalupo con la doctrina de los estigmas y mandó a parar. Hoy, el tsunami mundial de la “X” de Musk, nuevo (y último) tren para la vieja libertad de expresión, y ahora, en España, el escándalo de la “resignificación de la Cruz” de Cuelgamuros que para los creyentes conlleva la “resignificación de la cruz” en la casilla de la renta, un “No taxation without representation” contra el estructuralismo saussuriano del jurisperito Bolaños y los mitrados Cobo y Argüello, discutiendo, todos, de quién son las cartas, del que las escribe o del que las recibe.
–Cristo tuvo la muerte de un marginado sin derechos, la muerte del esclavo. Su crucifixión fue un acto “hors la loi” –anotó Schmitt para glosar una época, la actual, en la que la insignificancia protege más que la ley y da mejor conciencia que la inocencia. Y advierte: “La señal de la cruz produce mayores radiaciones de uranio que todos los fabricantes de bombas atómicas. Me hago la señal de la cruz sobre el desorden de mis afectos y emociones y veo a Cristo caminar sobre las aguas”.
Para quienes no somos peritos en el estructuralismo de Saussure como nuestros posmodernos Bolaños, Cobo y Argüello, ¿qué significa “resignificación de la Cruz”? Un teólogo más modesto que las tres cabezas herederas de la España de Cisneros, W. T. Cavanaugh, acepta que en el capitalismo globalizado el valor de cambio ha superado al valor de uso, y lo que se desea es el deseo mismo.
–El posmodernismo también proclama a voz en grito el vacío de los signos, de modo que el significante hace sólo relación a otros significantes, no a lo significado.
La posmodernidad se hizo en España cuando un ministro de Cultura, Molina, encabezaba sus cartas al cardenal Rouco con un “Estimado señor”. Luego vendría el feo de Bergoglio a nuestras cosas, cuando viajó a Alemania a lo de Lutero y eludió viajar a España a lo de Teresa de Ávila, cuna de Santayana, nuestro mayor filósofo, que, al no ser creyente, se preguntó por el significado de la cruz, ahora que nuestros estructuralistas planean para Cuelgamuros lo que los talibanes para Bamiyán: “Cristo amó al mundo en un sentido erótico en el que Buda no lo amó: y el mundo ha amado la cruz como nunca puede amar la higuera de la iluminación”.
Hijo de criado y labradora, Cisneros puso en pie España a lomos de “Benitillo”, su asno.
[Martes, 1 de Abril]