lunes, 22 de febrero de 2010

¡HUEVOS GALLEGOS!


José Ramón Márquez

Está lloviendo en Orense. El sitio al que vamos está cerrado. Damos una vuelta empapándonos y en la Plaza del Cid vemos el Mesón O Queixo. Entramos. En una nevera a la izquierda de la puerta hay una cesta de huevos; no un cartón, sino un cesto lleno de huevos. Pedimos un caldo y una de pulpo, extraordinarias ambas cosas. No tienen empanada, que la cuecen no sé que día.

-¿Y esos huevos? -preguntamos. - Son de gallina -nos dicen. -Ya me parecía a mí... Fríanos un par a cada uno, si hace usted el favor.
Nos traen los huevos, orgullosos con la yema alta y amarilla, perfectamente fritos con su puntilla. Ahí está el auténtico sabor del huevo, que es otro de los sabores en extinción, junto al de la leche, el del pollo y el del tomate. Pensamos en lo difícil que es hallar lo más sencillo. Puedes comprar un romanescu, unos boletus frescos o secos, carne de buey de Kobe o de avestruz, mangos o papayas, maíz enano... yo qué sé. Puedes comprar mil chorradas de fantasía, pero no hay manera de encontrar un huevo de verdad.

-Pues si que son de gallina -dice uno, mientras rebaña el plato.