miércoles, 24 de febrero de 2010

EL TORO, LA SUERTE Y EL AGUA

Idílico, tanteando su reencarnación
en una adelfa



Lord, here comes the flood

Peter Gabriel


José Ramón Márquez

La maldición bíblica se cierne sobre Cádiz. La inundación. El agua vuelve a adueñarse de los campos, dándoles el mismo aspecto de marisma que seguramente tuvieron en la época de Estrabón. El Gerión contemporáneo, el que tiene los ganados que demanda el dios mesetario para su culto, también ve anegadas sus fincas. Idílico, que nació con una señal, fue ungido por la mano del dios y salvada su vida en el oriente, se retrepa a un otero y ve, con lágrimas en los ojos, a sus congéneres entre las aguas. Piensa el Padre Idílico que esas aguas causarán sin duda la blandura en las patas que en breve se verá, pues si el agua ablanda los garbanzos, ¿cómo no va a ablandar las pezuñas de sus hermanos los toros? Entretanto el columnista De Prada firma una sensible opinión en ABC en la que, con un noble carácter ecuménico, hace votos porque el simpático Dalai Lama, Tenzing, emanación del Buda Avalokiteśvara, se reencarne en un manso, es decir en un animal de condición benigna y suave, del Cuvillo, y que ese afortunado semoviente le caiga en suerte al dios ibérico José Tomás en Barcelona, para que pueda indultarlo y así detener la rueda eterna de las reencarnaciones. También opina que ‘mucho más letales para la fiesta nacional que la carta del Dalai Lama se nos antojan las memeces que a cada poco se publican en la prensa’. Yo creo que ésta si que es una grandísima inundación, de la que no nos salva ni Noé.