sábado, 20 de febrero de 2010

DIBUJOS Y TOROS ANIMADOS

El caballo Morante, de Diego Ventura,
muerde como un dibujo animado


José Ramón Márquez

Ahora ha salido una cosa, que la sacó Hervás, de que el otro día, en el geriátrico de Torrespaña, que el abuelo está que se sale, echaron unos dibujos animados con un torito bueno y sensible y un perverso matador que se lo quiere cargar, el tío malo. El animalito, tal y como debe ser, es como de peluche y tiene grandes y acuosos ojos, que eso no falla para dar pena, desde que lo puso de moda el ciervo Bambi.

Muchos piensan que ese ataque a los toros es nefasto y lo censuran de mil formas, y está bien que se haga y que se defienda la afición que tenemos, que lo mismo otro día viene otro barbas y te hace otros dibujos animados de esos y para quitarte a Wagner, que dirán que era un pedazo de fascista, o echar por tierra el Poema de Mío Cid, que no veas como se cargaba a los moros y les arrebataba sus tierras honradamente ganadas, que ése también era un rato malo.

Lo asombroso es que pensemos que unos muñecos de la tele tienen tanto poder. Veamos. Yo me crié viendo las pifias y torturas que le hacía un pajarito del desierto a un coyote que era un desgraciado, las mañas de un gato blanco y negro para zamparse a un canario amarillo, la refinada maldad de un conejo, la estupidez de un pato que hablaba de forma ininteligible... y lo mismo cuando era un niño que cuando ahora lo vuelvo a ver nunca entendí que desde esos dibujos -y esos estaban hechos por los mejores- se me estuviese proporcionando un modelo moral o de comportamiento, sino tan sólo puro entretenimiento.

Imagino que para un niño contemporáneo aficionado al manga, a Ben Ten o a los Gormitis, con su game boy, su i-pod y su portátil, ver al torillo enamorado de ojos acuosos es una losa tal como si a mi me obligan a leerme las obras completas de Echegaray, con la diferencia de que el niño con el sacrosanto mando a distancia en la mano puede mandar a la porra a esa tontería en segundos, como sin duda harían miles de niños, o irse a jugar a la Play o a la Wii.

El auténtico problema es que lo mismo que hacen los niños con esos pelmazos dibujos, que es pasar de ellos, lo hacen con los toros de verdad, que le dices a un niño que te dé la lista de los héroes y empieza como un lorito: Casillas, Sergio Ramos, Pepe, Marcelo, Robben, Cristiano... porque a los niños, que no han leído a Bergson, les resulta difícil entender lo de la duración, que es a la vez el tiempo real de la conciencia y diferente del tiempo, y no ven aliciente ni modelo de imitación en un tío que anda parando el tiempo o en un triste pedrusco deificado. Vamos, que si a mi me ponen en ésas cuando era un crío, no piso un plaza de toros en mi vida.