jueves, 2 de mayo de 2013

Wembley



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Es muy duro levantarse en festivo y verse, no camino de Wembley, sino en la Puerta del Sol, con los correligionarios de Juan Lanzas llamando a voces a la Revolución.

    Como si estos tíos fueran la voz de la Revolución, cuando aquí no hay otro vocero de la Revolución que Evo Morales, hombre sincero, de donde crece la palma, que antes de morirse quiere echar sus versos del alma:

    –No me gusta leer. Tengo ese problema. Soy sincero.
    
Esto convierte a Evo Morales en otro Leo Messi, que una vez quiso leer un libro y a la mitad no pudo más.

    Morales es el Messi de la izquierda mundial, que, no nos engañemos, nunca fue muy leída.
    
Ni Méndez ni Tocho son hoy Domingo Ortega, que decía que él toreaba mejor después de leer un rato, y después de torear se iba al Ateneo a dar una conferencia sobre la diferencia entre dar pases (Julián López) y torear (Pedro Romero).
    
Méndez y Tocho, que no se ponen delante de un toro más que en el plato de rabo de Casa Sierra en Ventas ni detrás de un libro (o cuajar) más que en la cazuela de callos de Casa Paco en la Ventilla, vienen a ser como los piperos que el martes afeaban a los guardias el cordón del Bernabéu en Padre Damián “para abrirles paso a los ricos”.

    Pero los ricos no eran en ese momento, como ellos creían, los políticos, encabezados por María Soraya, de negro Valladolid, que es el luto imaginero de Gregorio Fernández.
    
Los ricos que llegaban eran los futbolistas del club más rico del mundo, con escolta ecuestre alrededor del autobús, y los aficionados cantando “¡Sí-se-puede!”, que sonaba como el “¡Alí, bumayé!” de Kinshasha en el 74.

    Una vez en el estadio, los piperos tribunicios eran como esos africanos que acuden con cara de “¡a ver qué sale!” a la iglesia de la misión donde los padres blancos pasan la película del milagro de Diego López, que estuvo a esto, pero a esto, de consumarse.
    
“Road to Wembley”, ponía en el Bernabéu.

    Y aquí estamos, en la Puerta del Sol.