Francisco José Gómez Izquierdo
Cierto es que Mbappé es muy bueno, quizás el mejor jugador del mundo, pero permitan mi atrevimiento, sus compañeros del PSG a mí no me parece que hagan el equipo temible que ha visto el periodismo que está en el ambiente. Ancelotti se presentó en París como se presentaba Álvaro Cervera "el Gafa" en Villanueva de la Serena o Lorca, fiándolo todo al sprint de Salvi que por entonces andaba en el pluriempleo con los albañiles o su tocayo Alvarito, hoy el puñal más letal de Vallecas. El míster del Real Madrid pensó el partido de anoche como el del Cádiz los últimos siete años, desde el contraataque. Así, regaló el balón al contrario, pensó en lo buen ladrón que suele ser Casemiro, los precisos lanzamientos de Kroos y... que corra el atleta, que no es otro que Vinicius, el mozo que esprinta y salva obstáculos como no se recuerda entre el público "televisero".
"En una contra, machaca el Madrid", pensaba servidor viéndolo tan atrás y como admitiendo el escandaloso dominio, pero pasaban los minutos y el equipo blanco se espesaba y poco a poco iba demostrando debilidad por la parte de Carvajal, imprecisión por mal día colectivo del trío del centro y aturullamiento del sprinter, la clave de Ancelotti, que se las vió con un Achraf tan ágil como avisado de las artes del 20. Benzema es sabido que andaba convaleciente. El mal partido del Real Madrid pudo salir más caro que el 1-0 del marcador en el Parque de los Príncipes, si valoramos la lista de ocasiones que glosan hoy los periódicos, pero hay un detalle que llamó la atención, a servidor al menos, y es que cuando los parisinos robaban atrás en cualquiera de los pocos y tímidos ataques madrileños, la transición era lenta, insolidaria y poco trabajada, lo que permitía el repliegue sin sobresaltos mayores de los de Ancelotti. El peligro del PSG viene sólo y exclusivamente de las diabluras de Mbbappé, espantando contrarios como rabo de vaca las moscas de agosto. Su carrera, su potencia, sus frenazos, su poderío..., son virtudes y maneras semejantes a las de Ronaldo "el gordito", pero lo que más iguala a los dos fenómenos es el miedo que meten y la ventaja de ese objeto de deseo madridista sobre el brasileño es que en París le remiten cheques al portador señores de acreditada solvencia tal que Di María, Verrati y sobre todo Messi. Todos ellos han cedido la responsabilidad a Kylian, a pesar de que Messi aún le gorronee marcar los penaltys con la misma autoridad del bisabuelo sobre el conejo en nuestra mili.
Mbappé inventa, doblega y ejecuta suertes que resuelven y dan vida a un PSG que no convence ni enamora como debiera orquesta con tan excelentes solistas. En el Bernabéu, obligado a marcar el Madrid, puede que Mbappé se consagre como lo que uno cree que ya es, en un previsible despliegue de carreras y disparos prodigiosos contra Courtois, pero el cancerbero belga ya está reconocido como el mejor del mundo en lo suyo y al PSG, de Verrati para atrás, uno lo ve tan vulnerable como a Carvajal ante el 7 francés.
Faltan aún noventa minutos. O ciento veinte.