lunes, 8 de julio de 2013

¿Es compatible la ética con la ola de calor?


Escuela de calor
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos

Ya está la ola de calor abriendo telediarios como cada verano, bien que en cada país el calor se traduce noticiosamente de modos diversos. En El Cairo por ejemplo desahogan la canícula mediante el “golpe revolucionario popular”, que no debemos confundir con el golpe de Estado de toda la vida según lo tiene teorizado Curzio Malaparte. En España perdimos esa ambición y el hábito entrañable de la asonada decayó a partir de 1981, por lo que ahora, cuando Madrid se sarteniza y en las aceras hierven los callos del pinrel urbano, el único golpe que recibe el país es el de los agresivos escotes de la femineidad retadora. El calor, por cierto, en eso se parece al alcohol: estimula el deseo pero frustra la ejecución. Ustedes me entienden.

La moral y las buenas costumbres tienen en la actualidad una reputación deplorable, y de ahí el que las chicas más virtuosas se las echen hoy, hipócritamente, de corrompidas y perversas. Es una forma un tanto extraña de la hipocresía, convengo en ello, pero así anda el mundo

Eso le decía a Camba un amigo suyo ya en 1935, razón por la cual no podemos creer en la nueva jeremiada de Baltasar Garzón, penúltima voz jupiterina de la regeneración moral (la antepenúltima fue la de Mario Conde, y en este plan). Garzón ansía sacarnos a los españoles del “pozo gris” en que penamos como bárcenas descabalgados de las buenas costumbres, que en España duran lo mismo que una recesión. En cuanto vuelve el dinero, vuelve de su mano la alegría, el derroche, la coima, el lerele y la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones do mora todavía Maleni Álvarez, la monologuista mejor remunerada de la democracia hasta que topó con el trolley tremebundo de Mercedes Alaya, mazo de roble en piel de porcelana.

Seguir leyendo: Click