sábado, 4 de febrero de 2012

Frío


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Uno, que es de Burgos, ¿qué puede decir del frío?

Una serpiente dio su leche al frío.

Mal tiempo para sacar a nadie en faldas, como ha hecho Ibarra con Zapatero, y eso que los dos son culés.

Porque el frío (este dengue guardiolesco para las sensaciones térmicas) es una cosa como del Barça: una queja moderna. El Madrid, tan blanco, no teme al frío.

La meteorología es el gran silencio de los clásicos.

Eso dijo Pemán cuando la Unesco se propuso hacer una Historia Universal eliminando los temas polémicos: el Cristianismo, dijeron unos, y otros, la Revolución francesa. Así que, a la inversa de los clásicos, se hubiera hecho una historia no hablando más que del tiempo. Como los telediarios.

¿Qué tiempo hacía en Troya, cuando lo de Homero? También Shakespeare, Lope o Calderón llevarían las orejas llenas de hormigas y, sin embargo, sus obras no dependen del parte meteorológico. Cuando Cortés decide escapar de México consulta a un astrólogo, Blas Botello, y no al Brasero de turno.

Y San Francisco Javier vivió las canículas de Goa o de Malaca con la misma sotana de lana negra con que anduvo entre las nieves de Navarra o de París.

Lo dicho, que hay mucho de guardiolismo en esto del frío.

Con la crisis el frío parece todavía más frío, con ese pesimismo del Ganivet que contaba la historia del campesino que en su trineo, con sus cinco hijos, se ve alcanzado por los lobos, y les arroja el niño más pequeño para ganarles tiempo.

A veces creo que habrá que arrojar un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos.

El frío.

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