Abc
El Telegraph ataca a España porque la ve sin bota.
La bota es el utensilio eminentemente nacional, dijo Azorín, que anduvo España para estudiarla, a diferencia de Echanove, que la recorre para comérsela.
–Nada, nada, nada como las callejitas de España, en que junto a la puerta de una botería está colocando un botero en la bota una botana.
La bota azoriniana, en fin, va y viene por el área de España y por los espacios de la Historia.
Una España sin bota es una España sin Historia, y eso lo ha visto bien el Telegraph, que sabe que la bota es, con el balón de fútbol, la síntesis popular de nuestro trabajo del cuero, siendo el cuero el trabajo histórico y nacional.
La España de la furia tenía hambre de cuero (“¡a mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!”), mientras que la España del tiquitaca sólo nos ha traído sed de Hendrick's al dedo meñique, por supuesto levantado.
–Con la bota buenos vamos. / Yo ya bebo: clo, clo, clo…
Yo las últimas botas las vi en los toros, que se han llenado de cursis que miran mal al de la bota… y al toro, si sale toro toro, como los de don José Escolar, de Fuenlabrada, que el domingo eran toros con palotes en la tablilla, como una lista de reyes godos.
Sin bota y sin toros, ¿a dónde querrán llevar este espectáculo los empresarios del postureo?
Este San Isidro en los toros se comen pipas y se bebe “gintónic”. De garrafón, en vaso de plástico y sin bayas de enebro ni mondas de pepino, pero “gintónic”, y, como no se llena la plaza, hasta se puede estirar el meñique.
En la Andanada, si no te cae un espectador encima, te cae un “gintónic”, y tengo pensado llevarle al aguador las Ordenanzas de Burgos, 1747, mandando a los taberneros “tengan bajo la boquilla del pellejo un barreñón crecido y, dentro de él, una almofa o barreña blanca limpia, en que caiga lo que destila del pellejo y rebosa de la medida, a fin de poderlo recoger limpiamente antes de desmayarse”.
No demos motivos al Telegraph.